Armenuhi Demirjian reaparece en este blog. La primera vez fue hace algo más de un año, en esta nota, y hoy regresa, como aquella vez, de la mano de su nieta, mi colega Magda Tagtachian.
En 2015, con motivo del centenario del genocidio armenio, mi comunidad de origen por el lado paterno, propuse por separado a personas descendientes de sobrevivientes de esa masacre cometida por el Imperio Otomano, y que Turquía se empecina en no reconocer, el siguiente trabajo: recordar y homenajear a las víctimas y damnificados de estas tragedias, encarnando a esas personas para que dejaran de ser una cifra, una más entre miles de protagonistas anónimos.
Una de las personas que aceptó mi propuesta fue Magda, quien en sus respuestas mencionó a sus abuelos paternos Armenuhi Demirjian y Yervant Tagtachian; y a su abuela materna María Yelanguezian y su abuelo materno Simón Balian, a quien no conoció.
En aquella nota, Magda dijo lo siguiente:
«Mi abuela Armenuhi era muy dulce, súper bondadosa, igual que mi abuela María Balian, que también era muy alegre. Armen cocinaba como los dioses. Yervant era muy callado. Ninguno de ellos hablaba prácticamente del genocidio. Una sola vez, cuando yo era muy chica, mi abuela Armen contó cómo habían escapado de los turcos. Después eran menciones sueltas del tema. Creo que les dolía mucho y no podían hablarlo abiertamente. Se ponían mal. Preferían encarar la parte positiva de haber sobrevivido: cocinar rico, organizar reuniones, mimar a los hijos y a los nietos».
Magda fue mucho más allá de ese recuerdo, y escribió un libro. A fines de julio de 2016 anunció por sus perfiles en redes sociales en Internet la llegada de «Nomeolvides. Armenuhi, la Abuela Armenia«.
En la contratapa del libro, que compré el 2 de agosto, se resume así esta obra:
«Cuando se desencadenó la feroz persecución contra el pueblo armenio, en 1915, Armenuhí tenía un año y medio y vivía con su familia en el pueblo de Aintab, por entonces parte del Imperio Otomano. Como muchos de sus compatriotas, viajó oculta en alforjas cuando, en su huida, los padres cruzaron a pie el desierto Der Zor, sin alimentos ni agua. Tres años después regresaron, pero el sueño duró poco. Esta vez, para salvarse debieron arrojarse de un tren en movimiento que los llevaba a un destino siniestro donde los armenios morían extenuados, calcinados por el sol, o vejados a manos de los soldados otomanos.
Apenas adolescente, Armenuhí (que significa ‘mujer armenia’) fue enviada a Buenos Aires para casarse con Yervánt, un hombre que doblaba su edad y a quien jamás había visto. Con él convivió cincuenta años, y juntos fundaron una familia que se hizo enorme y permanece hasta hoy entrelazada. Incansable, Armenuhí transitó durante años los pasillos de consulados, embajadas y la Cruz Roja para traer a sus padres y sus hermanos desde Oriente medio y ayudar a su hermana a salir de la Armenia soviética.
Hurgando en recuerdos propios y familiares, Magda Tagtachian reconstruye en ‘Nomeolvides Armenuhí’ la vida de una mujer que sobrevivió al genocidio de su pueblo y que, con amor y determinación, dedicó su vida a proteger y guiar a cada uno de los suyos».
La revista porteña Viva publicó el 31 de julio esta nota de Magda acerca de Armenuhi y su familia, que también recomiendo leer.
El libro, editado por Editorial Sudamericana, puede comprarse en librerías o aquí.
Mis felicitaciones a Magda por su aporte a la memoria de personas como Armenuhi, que fueron luces en las existencias de muchos, pese a que vivieron en medio de las peores tinieblas humanas.
Hola Cesar Te comento que a toda la familia Tagtachian la conocemos el padre de Magda arq.Jorge muy amigo desde chicos de Guillermo y a su abuela paterna la conocimos y probamos su gustosa comida fue una de las mejores cocineras armenias Le cocinaba mucho al pte. Menem Magda excelente persona junto con sus hermanos Carolina y J.Simon con quienes íbamos junto con tu mama al club gimnasia Esgrima ergo con su mama Beatriz Te acuerdas Cesar? Hermoso recuerdo ana
Hola, Ana: gracias por tus apuntes que completan mis imprecisos recuerdos infatiles. Me acuerdo de haber ido algunos sábados o domingos por la tarde al departamento de los Tagtachian. Seguramente estos recuerdos se enriquecerán cuando vea los archivos de fotos de mi mamá, que están donde ella vivió.