Los evangelios cuentan que las primeras personas en enterarse de la resurrección de Jesús fueron mujeres quienes «muy de mañana (…) fueron al sepulcro». Quienes amamos al tenis en la Argentina y en otras partes del planeta madrugamos el domingo 29 de enero para ver por televisión la resurrección deportiva de dos grandes de este deporte, Roger Federer y Rafael Nadal, quienes disputaron la final del abierto de Australia.
Esta final de las finales era inimaginable el 19 de octubre de 2016, cuando ambos coincidieron en la inauguración de una clínica de tenis de Nadal en su España natal, mientras intentaban recuperarse de diferentes lesiones.
En esa ocasión Nadal afirmó (¿o mejor dicho profetizó?) que con su rival y amigo volverían a jugar «partidos importantes» una vez que superaran «los golpes» sufridos en un 2016 «muy duro» para ambos.
El español afirmó aquella vez que la ausencia de ambos en esos momentos de las canchas era «una mala noticia» para ellos y el tenis en general, pero insistió en que estaban trabajado «fuerte» para volver.
«Ni a Roger ni a mí se nos olvidó jugar al tenis y estamos trabajando para volver a competir al más alto nivel», dijo el doble campeón olímpico.
Y vaya si trabajaron y dejaron mudos a quienes decían que habían entrado en la decadencia: la calidad, la voluntad y la competitividad de estos dos gigantes del deporte mundial los llevaron a disputar un partido ciclópeo en el que terminó imponiéndose el suizo por 6-4, 3-6, 6-1, 3-6 y 6-3 en tres horas y 38 minutos.
Federer conquistó así su 18º título del Grand Slam, el 89º trofeo de su legendaria carrera y su quinta corona del abierto de Australia.
Era el 35º partido entre ambos, la novena final en un torneo de los más grandes.
Federer, con 35 años, parecía esos vinos de reserva, que luego de seis meses sin jugar volvió a la actividad oficial en Australia con su majestuosa cadencia de golpes ganadores y voleas con las cuales se llevó el primer set.
Pero enfrente estaba Nadal con su receta de «drive» potente sobre el revés de Federer.
El español igualó el partido pero el suizo volvió a tocar una sinfonía con su raqueta y se llevó el tercer set, destacándose este punto (observa al final el detalle del aplauso de Federer a Nadal).
Sin embargo, la melodía se descompaginó gracias a la resistencia del balear de 30 años, quien nunca da por perdida una pelota y no negocia su esfuerzo y así se llevó el cuarto set.
Y el quinto y definitivo set tuvo de todo, con quiebres de saque para ambos y en este increíble punto de 29 golpes.
Y llegó un momento culminante: sacaba el suizo 5-3 pero Nadal lo exigió como nunca y se puso 15-40 para el español.
Pero Federer, uno de los mejores jugadores de todos los tiempos y el mejor competidor en los Grand Slams, levantó los dos puntos de quiebre con bolas a las líneas.
Fue más de tres horas y media de un tenis de belleza conmovedora, que , ay, reserva el peor momento para el último punto, porque ahí se terminó esta historia que no quería que se terminara.
Desde 2012 en Wimbledon que el suizo no ganaba un torneo de Grand Slam, pero el 29 de enero, cuando aún no terminó el primer mes de 2017, ya protagonizó la que será la noticia deportiva de todo el año, con su su leyenda haciendo inmensa con una demostración descomunal en su veteranía.
La guinda del postre fue la entrega de los premios, toda una clase de caballerosidad deportiva y humana de ambos protagonistas que debería mostrarse en escuelas de deportes y, ¿por qué no? en los colegios.
«Creo que Roger se lo merecía más que yo», reconoció el español en medio de aplausos del público.
Federer devolvió el gesto con una frase que confirma su condición del «deportista más caballero de la historia»: «No te vayas, Rafa. El tenis te necesita. Sigue haciendo lo que haces», le dijo el jugador nacido en la ciudad de Basilea, mirándolo, hablándole a él directamente ante unas 15.000 personas.
«Si hubiera empates en el tenis, estaría orgulloso de compartir este trofeo con Rafa Nadal», señaló después Federer, quien invitó a ubicarse entre él y el español a Rod Laver, el único hombre en ganar los cuatro títulos del Grand Slam en el mismo año en dos ocasiones (1962 y 1969) y que por ese logro disputa con el suizo la condición de mejor jugador de todos los tiempos.
A continuación, un resumen del partido:
Agradezco vivir este tiempo porque pude gozar en esta última década del mejor tenis que haya podido ver nunca, gracias a Federer y Nadal, los dos tenistas que resucitaron en Australia.
PD: Puedes leer más notas mías sobre el tenista suizo aquí, entre ellas recomiendo esta cuando visitó la Argentina y esta sobre Federer como una experiencia religiosa.