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¿Cómo impactan las distintas actividades humanas en el ambiente y en la salud? Una jornada en Buenos Aires convocó a especialistas para debatir sobre estos temas y la necesidad de gestionar soluciones territoriales para revertir la contaminación de cuencas y la falta de acceso al agua potable.

El 22 de marzo fue el día mundial del agua y por ese motivo se multiplicaron las actividades que buscaron darle visibilidad a los problemas asociados a este recurso, que en la Argentina está fuera de alcance para siete millones de personas que no tienen acceso al servicio de agua potable y consumen aguas que suelen estar contaminadas, según informó la periodista Vanina Lombardi en una nota difundida por la agencia TSS.

Si bien el contaminante del agua más mencionado es el arsénico, no es el único.

Por el contrario, existen bacterias y otros metales pesados producto de diversas fuentes de contaminación, generalmente vinculados a la actividad humana: domiciliaria, industrial y agropecuaria.

“La contaminación del agua de río puede ser difusa, como la de actividades agropecuarias y el esparcimiento de agroquímicos, que por lluvia y precipitación va escurriendo de manera natural hacia la zona más baja. También puede ser puntual, como los efluentes de actividades industriales, depósitos de residuos o rellenos sanitarios, vertidos cloacales de zanjas y plantas de tratamientos, que en pequeñas ciudades del conurbano no funcionan adecuadamente o fueron subdimensionadas y están superadas en su capacidad de procesamiento”, explicó el biólogo Rubén Lombardo durante una jornada sobre poblaciones, clima y el impacto de la actividad humana en el ambiente, que organizó el «encuentro permanente de asociaciones científicas» (EPAC) en el Centro Cultural de la Ciencia en Buenos Aires.

“Una gestión integral de los recursos hídricos debería incorporar activamente a los organismos interjurisdiccionales e intersectoriales, y es importante que todos los actores sociales estén representados en la discusión”, subrayó ante la agencia TSS este especialista en contaminación de aguas tras mostrar casos concretos de la provincia de Buenos Aires, en la que los ríos pueden llevar la contaminación de un lugar a otro, incluso cambiando de cuencas.

“Los residuos industriales de Morón llegan a la planta potabilizadora de AYSA cercana a la Ciudad Universitaria, y las medidas que se tomaron en Tigre para el control de las inundaciones tuvieron consecuencias en el sector de islas, donde hay una alta vulnerabilidad social y no se hicieron las obras de saneamiento”, ejemplificó.

Lombardo, docente de la Universidad Nacional de General Sarmiento (UNGS) y de la Universidad de Buenos Aires, afirmó que las cuencas de los ríos Matanza-Riachuelo, Reconquista y Luján presentan un alto grado de contaminación proveniente de efluentes cloacales, industriales, de basurales y de producción agropecuaria.

El dato se vuelve más alarmante si se considera que una buena parte de la población consume agua sin potabilizar proveniente de estos ríos.

“Solo en la primera sección de las islas del Delta hay 5000 personas que consumen agua de río”, precisó el especialista, mientras mostraba fotos de baldes y recipientes llenos de agua de lluvia, con la que los isleños más humildes reemplazan al agua de río que antes consumían.

Con ella cocinan y alimentan a sus familias, “y los que vienen a trabajar a la ciudad traen bidones que llenan en alguna canilla pública para preparar la mamadera de los niños por la noche”, agregó.

Reconquistar el río

Durante su exposición, Lombardo profundizó en el problema de la contaminación del río Reconquista que, según trascendió en marzo, obtuvo un financiamiento de casi 260 millones de pesos del Banco Interamericano de Desarrollo (BID) para la realización de obras en la zona de Las Catonas, en el partido de Moreno, cuya cuenca de 1700 kilómetros cuadrados está rodeada por 12.000 industrias. Buena parte de ellas desecha sus efluentes en esta cuenca.

En toda su extensión, el Reconquista recorre 82 kilómetros y atraviesa 18 municipios bonaerenses, en los que habitan 4,5 millones de personas (el 13% del país), entre las cuales casi 700.000 tienen sus necesidades básicas insatisfechas.

Se estima que el 40% de esa población no tiene acceso al agua potable, el 63% no tiene conexión a la red cloacal y, entre los que sí la tienen, más del 90% elimina efluentes cloacales sin tratamiento de depuración.

A esto se suman los desechos que se acumulan en los más de 25 depósitos de residuos clandestinos que acompañan al del CEAMSE en Campo de Mayo, donde se reciben más de 340.000 toneladas de basura por mes.

“Es una cloaca a cielo abierto: hay 16.000 veces más bacterias coliformes que las permitidas, en general provenientes de residuos cloacales. Y entre 40 y 400 veces más pesticidas organoclorados (prohibidos desde los años setenta) que lo esperable”, subrayó Lombardo.

“El Reconquista tiene impacto directo en el 32% del Río de La Plata y toda esa contaminación llega a la toma de agua de AYSA, que abastece a 13 millones de habitantes”, destacó el especialista, quien explicó que, si bien la empresa “tiene una planta de potabilización muy buena, no tiene manera de eliminar los metales pesados en los millones de hectolitros que procesa”.

“Las industrias instaladas en el partido de San Martín vuelcan al arroyo Morón y eso termina circulando en el delta del Paraná, en el sector de islas. Eso ocurre porque la cuenca funciona como un ecosistema y por eso es necesario tener un enfoque sistémico, aunque, en general, cada división administrativa se ocupa del tramo de su municipio”, advirtió Lombardo.

El especialista concluyó: “Además de publicar en revistas internacionales, los investigadores debemos transferir la información a los administradores locales. Por eso, cuando finalizamos proyectos en la UNGS solemos invitar a intendentes y representantes de medioambiente de distintos municipios a participar en un taller, para tratar de generar inciativas. En general suele haber una buena participación, pero la implementación es otra etapa”.

César Dergarabedian

Soy periodista. Trabajo en medios de comunicación en Buenos Aires, Argentina, desde 1986. Especializado en tecnologías de la información y la comunicación. Analista en medios de comunicación social graduado en la Universidad del Salvador. Ganador de los premios Sadosky a la Inteligencia Argentina en las categorías de Investigación periodística y de Innovación Periodística, y del premio al Mejor Trabajo Periodístico en Seguridad Informática otorgado por la empresa ESET Latinoamérica. Coautor del libro "Historias de San Luis Digital" junto a Andrea Catalano. Elegido por Social Geek como uno de los "15 editores de tecnología más influyentes en América latina".

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