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La resistencia a los antimicrobianos reduce las posibilidades de tratar infecciones y se convirtió en una amenaza a nivel mundial. En la Argentina, su consumo es alarmante y los especialistas destacan la necesidad de un trabajo en conjunto entre la población y los profesionales de la salud humana y animal para revertir la situación.

«La resistencia antimicrobiana en la Argentina es dramática. Cuando hace unos años se decía que íbamos a entrar en una era pos-antibiótica, en la que no tendríamos qué ofrecerles a nuestros pacientes, muchos pensaban que eran expresiones apocalípticas, pero eso ya llegó y tenemos situaciones en el país de brotes e infecciones por gérmenes multirresistentes, para los cuales no hay antibióticos disponibles», sostuvo Francisco Nacinovich, jefe de Infectología del Instituto Cardiovascular de Buenos Aires (ICBA), durante el XVII Congreso de la Sociedad Argentina de Infectología (SADI) que se desarrolló en la ciudad bonaerense de Mar del Plata.

De hecho, esta situación se ha convertido en una de las prioridades de salud pública para la Organización Mundial de la Salud (OMS).

La búsqueda de estrategias para hacerle frente a este problema fue uno de los temas centrales que analizaron y debatieron los más de 2.000 médicos y profesionales que participaron del congreso de la SADI, que se realizó del 15 al 17 de junio, según informó la agencia TSS.

Entre las diversas sesiones, se presentaron estudios sobre alternativas y combinaciones de antibióticos para tratar infecciones.

También se destacó la importancia del monitoreo terapéutico de cada paciente, se presentaron avances en métodos de diagnóstico, medidas de control de infecciones y se debatió sobre la posibilidad de contar con nuevas medicinas en el corto plazo.

«Todas las resistencias que se han reportado a nivel mundial ya están en la región, en uno u otro país», dijo Valeska Stempliuk, asesora regional para control de infecciones de OPS/OMS, que se dedica a la evaluación de los programas de prevención y control de las infecciones hospitalarias, implementación de los programas nacionales de control de infecciones y contención de brotes intrahospitalarios.

Stempliuk afirmó: «Estamos capacitando, tanto a los laboratorios de microbiología como a los comités de control de infecciones, para que puedan vigilar y contener la diseminación de la resistencia a los antimicrobianos dentro de los hospitales una vez detectada».

¿Cuál es el estado de situación a nivel local? Según Nacinovich, en la Argentina, la posibilidad de que un paciente tenga un bacilo gran-negativo multirresistente (que genera infecciones asociadas a procedimientos médicos, por el solo hecho de ingresar a un hospital y someterse a una cirugía o tener que usar un catéter o un respirador, por ejemplo) es de 12 por cada 10.000 egresos hospitalarios, cifra que se incrementó un 20% de 2014 a 2015.

En el Hemisferio Norte, por ejemplo, ese riesgo es de 6 por cada 10.000.

«Tenemos el doble y, en algunos lugares, incluso, 10 veces más que en Europa, de 54 por cada 10.000», advirtió el especialista.

Agregó que, para hacerle frente a esta situación, desde la SADI se trabaja con otras instituciones, como ministerios, organismos regulatorios, universidades y otros actores del ámbito de la salud humana y animal.

En la Argentina, se hace anualmente el Estudio Nacional de Diagnóstico Institucional y Prevalencia de Infecciones Asociadas al Cuidado de la Salud (ENPIHA), que esta vez incluyó el Primer Estudio Nacional de Consumo de Antimicrobianos en Hospitales de la Argentina, mediante el cual se relevaron 157 instituciones (públicas y privadas) de 22 provincias y un total de 11.593 pacientes, de los cuales 5.465 recibían antimicrobianos.

Así, se determinó que el consumo de estas drogas resultó ser de 47,1% (53,2% en áreas críticas y 46,4% en no críticas). Del total, 96,2% eran antibióticos, el 2,2% antifúngicos, el 1,3% tuberculostáticos y el 0,4%, antivirales.

«Encontramos un uso de antimicrobiano elevadísimo en áreas no críticas. Pensamos que iba a ser mayor en las infecciones asociadas al cuidado de la salud, pero fue mayor en infecciones como neumonías, del tracto urinario, de piel y partes blandas», dijo la microbióloga Leonor Guerriero, del Programa Nacional de Epidemiología y Control de Infecciones Hospitalarias (VIHDA) en el Instituto Nacional de Epidemiologia (INE-ANLIS) de Mar del Plata.

«Ese fue uno de los resultados que más nos llamó la atención porque suponíamos que en las unidades críticas habría mayor consumo de antibióticos, pero la diferencia no es significativa estadísticamente. Entonces, el problema no es de las unidades críticas, sino de toda la institución», coincidió su colega Gonzalo Corral, también del VIHDA del INE-ANLIS en Mar del Plata.

Destacó que también les sorprendió detectar que el consumo de antimicrobianos en el país es superior al de otras regiones como Europa, «adonde tienen alrededor del 30% de consumo en las instituciones de salud, mientras que nosotros tenemos casi el 47%».

Las superbacterias

Durante el congreso de la SADI se hizo referencia a que se espera que este año se introduzcan en el país al menos dos nuevas moléculas contra las denominadas superbacterias. Es decir, dos nuevos medicamentos.

Y si bien esta es una buena noticia, no significa la solución del problema.

Por el contario, “las nuevas drogas que van a aparecer son para un nicho en particular y ninguna de ellas será la panacea”, le dijo a la agencia TSS Alejandra Corso, jefa del Servicio Antimicrobianos del ANLIS-Malbrán.

“Las drogas no van a ser milagrosas y la única forma de salvarnos es tomar conciencia del problema», agregó.

Al respecto, Nacinovich sostuvo que «es necesario trabajar en conjunto, ya que los antibióticos han aportado mucho a la medicina pero no son inocuos y pueden hacer daño si se usan mal. Es necesario tomar conciencia de que podemos quedarnos sin ellos».

Esto no significa dejar de utilizar antibióticos por completo, sino hacer un uso adecuado de los mismos. ¿Cómo? Consumiéndolos sólo cuando lo indique un médico, evitando así la automedicación.

Las farmacias no deberían vender estos medicamentos sin prescripción médica, algo que incluso está regulado por ley.

«La gente los compra sin receta y se automedica, pero no tiene idea de que el antimicrobiano le puede estar generando un germen resistente en su propio organismo y que ese antibiótico puede no servirle cuando lo tenga que volver a tomar», advirtió Nacinovich.

Los factores que producen este incremento en la resistencia a los antimicrobianos pueden ser múltiples y el problema no solo responde al uso excesivo de antibióticos en los hospitales, sino también a su uso en animales.

«El 80% de los antibióticos en el mundo se usan en la cría de animales, para la producción masiva de pollos, cerdos y peces», dijo Mirta Roses, ex directora de la Organización Panamericana de la Salud (OPS), durante una de las charlas en el congreso de la SADI.

Al respecto, Nacinovich dijo que «a partir de estudios se han encontrado gérmenes multirresistentes en alimentos que están en las góndolas. También en los animales de compañía: las mascotas pueden tener gérmenes multirresistentes hasta dos años antes de que se empiecen a manifestar infecciones en humanos, como ocurrió en Europa».

La Argentina aborda el problema de la resistencia antimicrobiana (incluyendo tanto a la salud humana como a la animal) a través de la Comisión Nacional para el Control de la Resistencia de los Antimicrobianos (CONACRA), en la que participan diversas instituciones como el Instituto ANLIS-Malbrán, la Administración Nacional de Medicamentos, Alimentos y Tecnología Médica (ANMAT), el Servicio Nacional de Sanidad Animal y Calidad Agroalimentaria (SENASA) y el Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA), entre otros organismos.

«Muchos de los microorganismos que están en humanos vienen de animales y viceversa, y están también en el medioambiente», sostuvo Corso, quien concluyó: «Eso significa que todos tenemos las mismas bacterias. Por eso, entre todos tenemos que preservar el medioambiente y limitar el consumo de antimicrobianos».

César Dergarabedian

Soy periodista. Trabajo en medios de comunicación en Buenos Aires, Argentina, desde 1986. Especializado en tecnologías de la información y la comunicación. Analista en medios de comunicación social graduado en la Universidad del Salvador. Ganador de los premios Sadosky a la Inteligencia Argentina en las categorías de Investigación periodística y de Innovación Periodística, y del premio al Mejor Trabajo Periodístico en Seguridad Informática otorgado por la empresa ESET Latinoamérica. Coautor del libro "Historias de San Luis Digital" junto a Andrea Catalano. Elegido por Social Geek como uno de los "15 editores de tecnología más influyentes en América latina".

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