Skip to main content

En la década del 40, la programación era considerada una profesión femenina. Más del 50% de los profesionales eran mujeres, y era visto como una vocación natural para ellas.

Pero al terminar la Segunda Guerra Mundial y con el paso de los años, las cosas cambiaron. La programación empezaba a ser reconocida como desafiante en lo intelectual y a ser asociada con actividades masculinas como jugar al ajedrez.

Los salarios estaban aumentando en forma significativa, lo que hacía que más hombres se interesaran en ella y buscaran aumentar su propio prestigio, mientras desalentaban el ingreso de mujeres en el campo, como relata el historiador Nathan Ensmenger.

Con el tiempo, la idea de que las computadoras son para niños se convirtió en una narrativa sobre la informática.

También se consolidó el concepto de «geeks» y se creó la cultura del «techie», predominantemente masculina.

Lo que era una profesión con más del 50% de cupo femenino, pasó en la década del 80 a un 30% y hoy el porcentaje de mujeres en ciencias de la computación se encuentra por debajo del 20%.

Esta desproporción se convirtió en un problema para la industria. En la Argentina, la Cámara de Empresas de Software y Servicios Informáticos (CESSI) estima que, sólo en la Argentina, cada año hay unos 5.000 puestos de trabajo quedan vacantes por falta de profesionales.

Estas vacantes podrían estar siendo ocupadas por mujeres, pero según la Fundación Sadosky, ellas representan sólo el 18% de los estudiantes de informática.

¿Cuál es la razón por la cual faltan mujeres en esta industria? Las chicas eligen cada vez menos estudiar ciencias de la computación porque los perjuicios y la falta de apoyo de sus contextos, hacen que consideren que es muy complicado y relacionan que lo complejo “es para varones”.

Esto último se justifica en que actualmente tanto en las universidades como en las empresas hay una amplia mayoría masculina, generando un círculo vicioso.

Estudios sobre percepción de la habilidad intelectual, muestran que las niñas en los primeros años del primario tienen mayor tendencia a elegir juegos en los que hay que esforzarse mucho, pero en cambio, se ven desmotivadas en juegos que son para personas “muy, muy inteligentes”, diferencia que no ocurriría en los niños.

Durante su crecimiento, esta tendencia se cristaliza, y se materializa en la baja representación de mujeres en carreras STEM (sigla en inglés por ciencia, tecnología, ingeniería y matemática) y campos de humanidades donde se cree que sus miembros deben ser brillantes.

Si esta visión cambiase por la idea de que la habilidad no requiere de genio sino de esfuerzo, más mujeres se sentirían motivadas a estudiarlas.

Este no es un problema exclusivo de la Argentina, sino de muchos países.

Por eso, en diciembre del 2015, la Organización de las Naciones Unidas (ONU) decidió establecer el 11 de febrero como día internacional de la mujer y la niña en la ciencia, poniendo de manifiesto que ellas «siguen enfrentándose a barreras que les impiden participar plenamente en esta disciplina».

Esta fecha permite visibilizar el trabajo de las científicas, crear roles femeninos en los ámbitos de la ciencia y la ingeniería, y promover prácticas que favorezcan la igualdad de género en el ámbito científico.

En la Argentina la organización Chicas Programadoras trabaja con adolescentes de todo el país, creando de espacios lúdicos, exclusivos para ellas, en los que pueden jugar con la tecnología y crear aplicaciones en poco tiempo.

El objetivo es empoderarlas, ayudarlas a ganar confianza en sí mismas, justo durante los años en los que están decidiendo qué tipo de carrera profesional o futuro laboral quieren tener.

El software está revolucionando todos los aspectos de nuestra vida. Es por ello que una parte muy importante del trabajo del futuro va a requerir conocimientos de informática, y las mujeres jugarán un papel clave aportando una visión enriquecedora y diversas lecturas de coyunturas que estamos convencidos serán de gran aporte.

Sabina Schneider

Vicepresidenta ejecutiva de Globant.

César Dergarabedian

Soy periodista. Trabajo en medios de comunicación en Buenos Aires, Argentina, desde 1986. Especializado en tecnologías de la información y la comunicación. Analista en medios de comunicación social graduado en la Universidad del Salvador. Ganador de los premios Sadosky a la Inteligencia Argentina en las categorías de Investigación periodística y de Innovación Periodística, y del premio al Mejor Trabajo Periodístico en Seguridad Informática otorgado por la empresa ESET Latinoamérica. Coautor del libro "Historias de San Luis Digital" junto a Andrea Catalano. Elegido por Social Geek como uno de los "15 editores de tecnología más influyentes en América latina".

Deja un comentario

A %d blogueros les gusta esto: