Ella no se dio cuenta que formaba parte del foco de mi cámara, porque estaba absorta en un músico que destilaba largas notas de su violín amplificado en la plaza más famosa de la ciudad.
Promediaba la tarde del 5 de mayo de 2018 en la ciudad estadounidense de New Orleans cuando decidí retornar a las calles que bordean la Iglesia de San Luis, que había recorrido al mediodía bajo una llovizna.
Aunque el tiempo seguía muy húmedo y caluroso, la amenaza de lluvia se había alejado y pude recorrer tranquilo esa zona del famoso Barrio Francés, donde pululaban turistas en medio de vendedores de artesanías y algunos músicos ambulantes.
Cuando llegué a la calle Chartres que separa el templo de la plaza Jackson, un músico moreno y de pelo ensortijado tocaba diferentes piezas, ora románticas ora místicas, frente a turistas que antes de irse depositaban algunas monedas o billetes en una pequeña valija.
Detrás del músico, sentada en un banco, estaba ella, la mujer más bella que ví en esta estancia de seis días en New Orleans.
A su lado, un hombre, supongo que la pareja de ella, no prestaba atención a la música, que la mujer de pelo largo azabache escuchaba ensimismada y serena, sin gesticular, mientras sostenía en su mano derecho un vaso plástico con algún refresco.
Dediqué un par de minutos a registrar la escena (en rigor a ella con la coartada del músico) y me retiré cuando el artista terminó su recital para dejarle paso a otros colegas. Tenía mucho que recorrer aún en ese primer día en New Orleans.
El músico se llama Wael y se presenta en New Orleans con su pareja Anna, quien en ese momento no estaba en la calle Chartres. Puedes leer más sobre ellos en este buen sitio web personal. Gracias a Wael pude conocerla.
Las fotografías fueron tomadas con una cámara Canon EOS 1300D.