El 17 de octubre de 2018 cumplí 32 años del ejercicio ininterrumpido, un aniversario que lo autocelebré un día antes, escuchando y aprendiendo de dos compañeros en este oficio, uno de los cuales me honra con su amistad.
El salón Alfonsina Storni del Gran Café Tortoni estuvo repleto de parientes y amigos y colegas de Ezequiel Fernández Moores y de mi amigo Ariel Scher, quienes fueron distinguidos por el bar más famoso de Buenos Aires, como personalidades de la cultura argentina.
El Tortoni, escenario de encuentros de amigos como los escritores Pablo Neruda y Federico García Lorca, fue el lugar donde se reencontraron y hablaron en público estos periodistas y escritores, lúcidos, inquietos, agudos, curiosos, enamorados de su oficio y del deporte, en especial del fútbol.
Rubén Landolfi, director de la revista del café, presentó a los homenajeados con la lectura de sus perfiles, ricos en los aspectos humanos de estos dos grandes profesionales del periodismo.
La periodista y escritora Maria Josefina Cerutti entregó la distinción a Ezequiel, mientras que otro Ezequiel, uno de los hijos de Ariel, se la dio a su propio padre.
Ezequiel, el Scher, recomendó leer a los dos homenajeados y aprender de sus altos grados de vocación y compromiso con el oficio.
Luego llegó el plato fuerte: los breves discursos de Ezequiel y Ariel, quienes, sin papeles de por medio, hablaron del periodismo y de la vida, cada uno con sus estilos bien definidos:
Ezequiel se asemeja a esos volantes que con sobriedad y precisión lanzan el pase profundo y entre líneas en medio de la defensa para que el lector o el oyente o el espectador marque el gol de entender el deporte dentro de un contexto más grande.
Ariel escribe y habla como esos volantes creativos, que visten la camiseta 10, que siempre juegan en función del equipo y no del lucimiento personal, apelando a la imaginación del lector para que descubra trazos de la buena humanidad en medio de la máquina de hacer dinero que es el deporte moderno.
Como un buen 10 tradicional, Ariel despunta también el lirismo pero siempre con una bajada a esta tierra de los vivientes, en especial de aquellos que sufren la injusticia a manos de otros hombres.
Te invito a escucharlos en el siguiente video que emití originalmente en Facebook Live, razón por la cual se ve en formato vertical:
A continuación, una galería de fotografías que tomé sentado al lado de una mesa en el salón del Tortoni con un teléfono móvil Motorola Moto Z1 Play con Moto Mods de Hasselblad, cuyo zoom de lente óptica permite capturar desde cierta distancia imágenes de buena calidad.
La galería están en orden aleatorio. Si pasas el cursor sobre la imagen aparecerá el epígrafe. Luego de las fotos concluye mi relato de esa noche.
- Maria Josefina Cerutti, Ezequiel Fernández Moores y Rubén Landolfi
- Ezequiel Fernández Moores y Ariel Scher.
- Ezequiel Fernández Moores y Ariel Scher.
- Ezequiel Fernández Moores y Maria Josefina Cerutti.
- Rubén Landolfi.
- Rubén Landolfi.
- Ezequiel Fernández Moores y Ariel Scher.
- Ezequiel y Ariel Scher.
- Maria Josefina Cerutti, Ezequiel Fernández Moores y Rubén Landolfi.
- Ezequiel Fernández Moores y Ariel Scher.
- Ariel Scher y Rubén Landolfi.
- Parientes de Ezequiel Fernández Moores.
- Maria Josefina Cerutti, Ezequiel Fernández Moores y Rubén Landolfi.
- Ezequiel Fernández Moores y Ariel Scher.
- Ezequiel Fernández Moores y Ariel Scher.
- Ariel Scher y Rubén Landolfi.
- Ezequiel Fernández Moores y Ariel Scher.
- Ezequiel Fernández Moores y Ariel Scher.
- Ezequiel Fernández Moores y Ariel Scher.
- Rubén Landolfi, Ezequiel Fernández Moores y Ariel Scher.
- Audiencia en el fondo del Salón Alfonsina Storni.
- Ariel Scher.
Después del acto, me acerqué a la platafora a felicitar a Ariel, quien luego de abrazarme me preguntó: «¿Vos no estabas en Panamá?»
Le respondí que había regresado en la mañana de ese 16 de agosto procedente de esa ciudad vía Bogotá.
Pese a que había dormido apenas tres horas en el vuelo y cumplido ese día con mi jornada habitual de trabajo, no podía perderme la oportunidad de presenciar este merecido homenaje a dos colegas que admiro y respeto.
Nos volvimos a abrazar, dando gracias porque, además de la amistad, compartimos el oficio y los sueños.