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Desde hace una década el mes de octubre, sinónimo de primavera en Buenos Aires, mi ciudad, equivale a un valle de sombras y luces en mi vida.

El 2 de octubre cumple años Agustina, mi segunda hija. El 8 de octubre también cumple años Cristina, mi esposa. El tercer domingo de este mes se celebra el día de la madre en la Argentina.

Pero en medio de esas fechas está el aniversario de la muerte de María, mi primera hija, quien falleció el 11 de octubre de 2008, en un accidente de tránsito en el norte del Gran Buenos Aires, a los 17 años de edad.

Además, desde el 29 de septiembre de 2013, para emparejar estos aniversarios de nacimientos y fallecimientos, se agregó la muerte de mi madre, Martha Laurencena de Dergarabedian.

¿Dónde está María? La pregunta busca algunas respuestas que le puedan dar un propósito al tiempo que me quede en esta tierra de los vivientes, luego de atravesar la peor y más dura prueba que puede enfrentar una persona: la muerte de un hijo, una tragedia, un hecho que va contra la lógica de la naturaleza.

Gracias a Dios en ese proceso de duelo aprehendí certezas que me permiten compartir estas respuestas, que escribí mientras viajaba a fines de septiembre de 2018 desde la Argentina hacia Armenia, la nación de mis abuelos paternos y del origen de mi apellido.

Paradojas: vuelvo a escribir sobre ese valle de sombras y muerte que fue la muerte de María mientras desando, por primera vez en mi vida, el viaje que hicieron mis abuelos escapando del genocidio armenio, que arrasó con las vidas de un millón y medio de personas a manos de Turquía.

María Dergarabedian

María Dergarabedian

¿Quién fue María? Puedes conocerla a través de las palabras de parientes y amigos, y algunas frases mías, en este blog.

También hay referencias y desripciones de ella en estas notas en este blog.

¿Dónde está María? Por supuesto, ya no estaba en ese cuerpo sin vida que vi ese sábado 11 de octubre de 2008 en una morgue del hospital de San Fernando, en el norte del Gran Buenos Aires adonde concurrí a reconocerlo, acompañado por mi amigo David Kohler, uno de los tantos ángeles que puso Dios a mi lado en esos años.

César y María Dergarabedian, Parque Roca, 13 de abril de 2008. Foto: Griselda Cordes.

César y María Dergarabedian, Parque Roca, 13 de abril de 2008. Foto: Griselda Cordes.

María tampoco estaba en esa misma morgue al día siguiente, el 12 de octubre, un domingo lluvioso, cuando fui a retirar su cuerpo para su inhumación, acompañado por otro ángel, Esteban Mazzino.

María estaba el lunes 12 de octubre de 2008 fuera del ataúd que contenía su cuerpo y que enterramos en el cementerio Jardín de Paz. Se corporizaba en las palabras de los recuerdos de mis parientes y amigos que la conocieron.

María estaba el jueves 14 de octubre de 2008 en esa capilla del colegio Lasalle de Florida, donde cursaba el último año del ciclo secundario, cuando todos sus compañeros la recordaban conmovidos por algo irrazonable para ellos: la muerte de un par a los 17 años, en una etapa que para muchos adolescentes se conoce como «la flor de la vida», cuando se proyecta y se sueña gran parte de la existencia.

María Dergarabedian

María Dergarabedian

María estaba al lado mío cuando los docentes me animaron en esa reunión de duelo para que les hablara a esos compañeros suyos y que comenzaron a consolarse cuando les agradecí por la bendición que habían sido ellos para mi hija.

María estaba el 15 de octubre en el patio principal del Lasalle, cuando todo el colegio la homenajeó, cuando leyeron el poema por el cual iba a competir en la final de un torneo escolar de la provincia de Buenos Aires en noviembre de ese año 2008,y por el cual le dieron un premio post mortem.  En ese mismo homenaje se exhibió un mural con fotos y recuerdos de María protegidos por un vidrio y que estuvo en la entrada principal del Lasalle hasta el fin del ciclo lectivo de ese año. Ese mural se encuentra en nuestra casa y por supuesto, ahí hay rastros de María.

María está en el blog que te mencioné unos párrafos arriba, que abrí pocos días después de su partida y donde la recuerdan parientes y amigos y conocidos.

María Dergarabedian, 1993

María Dergarabedian, 1993.

Algunas veces percibí su voz susurrante en los días, semanas y meses posteriores a su partida,en medio del desierto absoluto de la melancolía, donde uno parece (o mejor dicho, es) un hombre muerto caminando.

María no está en ese sector de la autopista Panamericana donde falleció y sobre el cual pasamos, literalmente, cuando vamos a Jardín de Paz a recordaría, ante la tumba donde casi cinco años después enterramos también a su abuela Martha.

María está cuando suenan en mis oídos Radiohead o Gustavo Cerati o Jacques Morelembaum o el Álbum Blanco de The Beatles, un disco que escuchaba en casa unos días antes de morir. Le gustaba en especial Blackbird, esa gema de Paul McCCartney.

María Dergarabedian. Foto de Priscila Dergarabedian de Fafasuli.

María Dergarabedian. Foto de Priscila Dergarabedian de Fafasuli.

María está en los atardeceres que fotografío casi a diario desde 2012, cuando nos mudamos a nuestra actual casa en Olivos, en el norte del Gran Buenos Aires.

Fotografío esos firmamentos y nubes y horizontes con la esperanza de un reencuentro con ella y mis padres en ese cielo y tierra nueva prometidos por Dios para aquellos que lo tenemos presente cada día de nuestras vidas.

Mientras aguardo ese tiempo, agradezco a Dios por el regalo que fue, es y será María en mi vida.

César Dergarabedian

Soy periodista. Trabajo en medios de comunicación en Buenos Aires, Argentina, desde 1986. Especializado en tecnologías de la información y la comunicación. Analista en medios de comunicación social graduado en la Universidad del Salvador. Ganador de los premios Sadosky a la Inteligencia Argentina en las categorías de Investigación periodística y de Innovación Periodística, y del premio al Mejor Trabajo Periodístico en Seguridad Informática otorgado por la empresa ESET Latinoamérica. Coautor del libro "Historias de San Luis Digital" junto a Andrea Catalano. Elegido por Social Geek como uno de los "15 editores de tecnología más influyentes en América latina".

8 Comments

  • losmates dice:


    https://polldaddy.com/js/rating/rating.jsSigo abrazandote Querido César desde esa tarde en que llamaste para contarme esta tragedia. Un par de años antes habíamos pasado por una desolación similar y comprendi al instante lo que comenzaba para vos, para Cristina, para Agustina. Comenzaba el tránsito de celebrar que esté dentro de cada uno, que siga caminando con uno y agradecer eternamente ese instante de vida de María, como vos lo haces siempre. Gracias por tus palabras y por compartir estas miradas, estos abrazos, estos rezos. Gracias.

  • Roberto Prieto dice:


    https://polldaddy.com/js/rating/rating.jsQuerido César el dolor de aquel 11 de Octubre fue sentido por todos los que conociéndoté poco o mucho pudimos tratar de entender por lo que estabas pasando. No obstante como te lo dije en aquella ocasión el profunfo dolor de no tenerla con vos se ve compensado con la alegría de saber que está con el Señor

  • ana dergarabedian dice:

    COMO SIEMPRE QUERIDO CESAR CONMOVEDOR TUS PALABRAS DE AMOR PARA LA DULCE MARIA SIEMPRE ESTARA EN NUESTROS CORAZONES

  • Inés Martí dice:

    Te abrazo muy fuerte Cesar!! Muy lindas tus palabras!! No tengo dudas que María las escucha desde el cielo. Te mando un beso enorme
    Inés

  • MARIA BEATRIZ MERELES dice:

    A MARIA LA CONOCI HASTA SUS 10 AÑOS DE VIDA Y ERA UNA PERSONITA DULCE Y AMOROSA. PARA LOS CREEMOS EN DIOS NUESTRO SEÑOR. SE QUE ESTA CON USTEDES MIS QUERIDOS CESAR Y CRISTINA. UN ABRAZO

  • Sofía dice:

    Triste y hermoso relato al mismo tiempo César. Te mando fuerza para seguir remando todos los días de tu vida.
    Saludos

    • Febe Castrillo dice:

      Conmovedora como siempre son tus reflexiones. Un fuerte abrazo y que estés disfrutando mucho al conocer la tierra de tus abuelos, con Agustina.

  • Carisa dice:

    Te quiero amigo y tus palabras hacen que Maria esté presente siempre en el recuerdo de quienes la conocieron y de quienes no. Tan viva y tan bella como siempre la describis. Los abrazo y se que la fortaleza solo viene de lo alto.

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