En el principio fueron las buenas noticias.
Así da comienzo el proyecto definitivo
de la divinidad, que humaniza su gloria
y se viste de cuerpo y de alma humanos
para expresar de una vez y para siempre
su vocación de plenitud de vida
para cada persona y para la creación toda.
Y la buena noticia empieza su recorrido
desde las gargantas de quienes creen
que no todo está dicho aún…
Voces que gritan, que claman, que se expresan,
que no se resignan ni al silencio ni al olvido,
que se hacen oír desde los desiertos de la vida,
desde las orillas de la dignidad,
desde los bordes de toda justicia,
desde las fronteras de la marginalidad.
Voces que suenan como latigazos
en la orilla del Jordán, en aquel Juan profeta.
Voces que se hacen canción
en María y en su Magnificat.
Las voces que empiezan a sonar
desde lo frágil, lo pequeño, lo humilde.
Voz que se hace Palabra viva
en un llanto nocturno en un pesebre en Belén.
Voz y voces que hablan y cantan
de senderos nuevos,
de caminos que deben enderezarse,
de rumbos que tienen el horizonte
de una vida que trasciende todo lo injusto,
todo lo perverso, todo lo que duele,
todo lo que suena a muerte y a opresión.
Voces que tienen el color de la esperanza
y que transportan la fragancia de la gracia,
que saben a pan recién horneado
y que se sienten como una caricia
que renueva la fe cansada.
Es Adviento: principio de la buena noticia.
Gerardo Oberman
Adviento 2020
Sobre el evangelio de Marcos 1.1-3.
Fuente: perfil del autor en Facebook.