Divina ternura nuestra que nos habitas,
santificado sea tu toque sanador,
que se vaya haciendo tu voluntad de plenitudes postergadas
en los hospitales, entre las gentes empobrecidas,
en las personas que luchan por mundos más justos;
danos pan, arroz, agua limpia, acceso a la salud, vacunas,
equidad de oportunidades y de reconocimiento,
porque todo lo tuyo ha de ser nuestro,
compartido y no exclusivo.
Perdónanos los privilegios y las ambiciones y los maltratos
y las negaciones y las violencias y las manipulaciones
y todo lo que daña las relaciones humanas
y lastima lo que tan bellamente creaste.
Y enséñanos a perdonarnos, a liberarnos de las culpas viejas
que las malas teologías han cargado sobre nuestras espaldas.
No nos dejes caer en la tentación del olvido,
porque la memoria frágil es alimento para quienes abusan
y oprimen y perpetúan los odios y las divisiones.
Líbranos del mal y de quienes se regocijan en el mal.
Porque tuya es la esperanza que nos sostiene,
tuya la gracia que nos transforma
y tuyos los rumbos nuevos que nos desafían.
Hasta el amén definitivo.
Gerardo Carlos C. Oberman
Fuente: perfil del autor en Facebook.
Imagen: "Ternura", de Oswaldo Guayasamin.