La deuda de tarjeta de crédito generada por el uso indebido de este instrumento económico tiene consecuencias en tus finanzas y tu salud: ansiedad, insomnio o hipertensión son algunos de los síntomas que describen el estrés financiero que provocan estas deudas.
Las compras que se hacen aplazando su pago mediante tarjeta de crédito es un hecho fácil de apreciar en los hábitos de consumo de la población argentina.
Deuda de tarjeta de crédito: ojos que no ven, bolsillo que se vacía
Dejar de pagar en efectivo significa, entre otras cosas, que dejamos de tocar el dinero con el que adquirimos los productos y servicios.
Se produce una doble pérdida de conciencia, ya que «ni ves el dinero que gastas ni los paquetes de los productos que compras», apuntó Elisabet Ruiz-Dotras, profesora de los Estudios de Economía y Empresa de la Universitat Oberta de Catalunya (UOC), experta en educación financiera e investigadora del Digital Business Research Group (DigiBiz).
Ahora bien, esto no significa que las compras a crédito con tarjeta sean una mala opción per se. De hecho, la experta, citada en un boletín que me envió la UOC, asegura que este hábito sólo puede considerarse un peligro cuando se lleva a cabo sin unos conocimientos mínimos sobre finanzas.
Deuda de tarjeta de crédito: consejos para evitarla
De modo que el uso indebido del crédito es perfectamente evitable si se ponen en práctica diez consejos como los que apunta la docente:
- Hacer una planificación financiera en enero para todo el año.
- Llevar a cabo un seguimiento de esta planificación.
- Establecer presupuestos mensuales.
- Reservar una parte de los ingresos para las compras, gastos o inversiones previstas hasta final de año, especialmente para las vacaciones o las compras de las fiestas de fin de año. Estos serían los porcentajes deseables: Tener un 55% para los gastos imprescindibles: vivienda, electricidad, agua, gas, supermercado, etcétera. El gasto de la vivienda debería moverse entre el 30% y el 35% como máximo. Separar un 10% de ahorro para imprevistos o para los grandes gastos como vacaciones, automóvil, Navidad, etcétera.
- Guardar un 10% como máximo para el ocio: restaurantes, cine, teatro, etcétera.
- Contar entre un 5% y un 1 % para educación y crecimiento personal: cursos, libros, entrenamiento, etcétera.
- Invertir entre un 10% y un 15 % para el ahorro a largo plazo o para inversión.
- Si se puede, dedicar un 5% a donativos a una organización no gubernamental o a personas necesitadas.
La fórmula matemática de la ansiedad
La carencia de nociones relacionadas con la economía doméstica es lo que alimenta el estrés financiero. Por el contrario, «si hay una buena educación financiera, este tipo de estrés desaparece», aseveró Ruiz-Dotras.
«La cuestión es que uno debería ser consciente de sus ingresos y de sus gastos. Sin embargo, el problema es que la mayoría de la gente sabe cuáles son sus ingresos, pero desconoce la cantidad exacta de dinero que gasta». añadió.
Partiendo de este escenario, ¿cómo y por qué se produce la ansiedad de carácter financiero? Enric Soler, profesor colaborador de los Estudios de Psicología y Ciencias de la Educación de la UOC, expuso la «fórmula matemática de la ansiedad»:
«Se trata del cociente entre la percepción de la amenaza y la percepción de recursos para hacerle frente. Cuanto mayor sea la amenaza percibida (por ejemplo, si no pago el alquiler, me quedaré sin techo) y menor sea la percepción de los recursos propios (es prácticamente imposible que encuentre un trabajo que me permita pagar el alquiler), más alto será el nivel de ansiedad».
El experto añadió que «si en el denominador de la ecuación el valor es cero (es decir, en lugar de prácticamente imposible lo percibo como completamente imposible), el resultado será infinito, lo que equivaldría a una ansiedad insoportable que se manifestaría con ataques de pánico».
Del estrés financiero al insomnio y la hipertensión
La ansiedad provocada por el sobreendeudamiento desemboca irremediablemente en el menoscabo de nuestra salud física y mental, y afecta, además, a nuestro entorno familiar y social.
Uno de los primeros síntomas que aparecen en alguien que sufre estrés por su situación económica es el insomnio, y la dinámica familiar se ve alterada.
Según Soler, «el 41% de familias con estrés financiero reconocen que esa situación repercute en sus relaciones familiares. En cambio, nueve de cada diez familias se sienten bien cuando la economía doméstica es boyante».
Una vez asoman las primeras señales de estrés financiero, sus efectos «colaterales», vinculados al entorno, no tardan en hacerse visibles.
«En la familia aparecen discusiones acerca de cómo administrar el poco dinero del que se dispone. También es posible que haya que hacer ciertas renuncias, incluso en alimentación. Todo ello hará que el clima de tensión se instale como un negro nubarrón sobre toda la familia», advirtió el experto.
También nuestra red de relaciones sociales se verá resentida rápidamente. Y es que, «si no podemos seguir el ritmo económico de nuestro entorno, estamos cortando de raíz el propio soporte social. Incluso puede haber personas que intenten seguir el ritmo de vida de sus amigos o familiares, pero que, por vergüenza, no se atrevan a explicarles su situación económica, de modo que tampoco podrán recibir un soporte moral ni un posible apoyo económico», afirmó Soler.
Deuda de tarjeta de crédito: claves para retomar el control emocional y financiero
En el caso de estar padeciendo estrés financiero, el experto propone un plan de recuperación para revertir la situación. En primer lugar, hay que identificar y reconocer la existencia del problema.
Para Ruiz-Dotras, la única forma de evitar el estrés financiero es tener una buena planificación de los gastos personales o familiares para todo el año.
«Si tienes claro qué gastos vas a tener en los próximos meses, es más sencillo decidir cuáles puedes mantener y de cuáles puedes prescindir», afirmó.
Como explicó la experta, solo hay dos variables que deben tenerse en cuenta a la hora de equilibrar nuestra economía doméstica, los ingresos y los gastos. De modo que «o bien ajustamos los gastos planteándonos algunas renuncias como, por ejemplo, el consumo de ciertas plataformas de cine, o incluso sopesando la idea de trasladarnos a otra ciudad con unos precios de la vivienda más asequibles y acordes con nuestros ingresos, o bien buscamos la manera de tocar la otra variable, los ingresos, aumentándolos con trabajos extras los fines de semana, por ejemplo».
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