Dios de los manantiales y de los desiertos,
Dios de las arenas calientes y de los frescos valles.
Dios en tiempos de sequías y en tiempos de aguas abundantes.
Dios de los momentos calmos
y Dios en el instante de la lucha cruel e injusta.
Dios de los niños y niñas que sonríen
y Dios de los ancianos y ancianas que aún esperan en ti.
Dios de la mano extendida, generosa,
y de la mirada cálida, tierna.
Dios del camino, compañía de quienes peregrinan
por sendas de justicia en busca de la paz.
Dios, tantas veces confesado, siempre buscado,
Dios en quienes descansamos, refugio,
fuente de plenitud y de esperanzas.
Eres nuestro Dios, ¡danos tu salam, tu shalom, tu paz!
Permítenos vivir en nuestras casas, cultivar nuestros campos,
ver crecer a nuestros hijos, soñar con nietos jugando en las colinas,
mirar el horizonte sin murallas ni alambres
ni rejas ni prejuicios ni odios que nos marginen.
Déjanos creer que mañana veremos un nuevo día
sin el sonido de bombas asesinas
ni los gritos desesperados de quienes mueren
muertes tan horrendas, tan injustas, tan innecesarias.
Ayúdanos a gritarle al mundo que no eres el Dios
de quienes desprecian la vida de sus hermanas y de sus hermanos,
que no eres el Dios exclusivo de nadie,
que no eres el Dios de quienes hacen de su religión un ciego fanatismo,
que no eres el Dios que se anuncia en discursos que promueven odios
y mucho menos el que llega en un misil teledirigido,
en la granada que destruye, en la bala que mata.
No, no eres del Dios que promete tierras especiales a nadie,
porque eso lleva a la exclusión y al exterminio de otros.
Eres el Dios de la tierra compartida, de la solidaridad,
el Dios que se ocupa de los pequeños y las pequeñas,
el Dios del “pan nuestro”, el de la vida abundante,
el Dios del Reino del encuentro, donde cabemos todos, todas,
donde hay espacio para cada persona
que te ama en el amor que le profesa a sus semejantes.
Ay, Dios, no eres el Dios de quienes matan. Jamás lo serás.
Gerardo Oberman
Fuente: Red Crearte.
¡Excelente!