A las 16.05 del 2 de mayo de 2015 entró al café Sócrates Gastón Espejo, uno de mis 50 invitados para celebrar mis 50 años, una idea sobre la cual puedes leer más en esta nota.
Con Gastón comparto, además de la misma edad, la fe cristiana y una amistad que proviene desde nuestra adolescencia, cuando nos conocimos en una iglesia evangélica en el barrio porteño de Caballito, donde se encuentra este bar que él eligió, pese a que no es uno de los notables.
El párrafo anterior está repleto de oraciones subordinadas a propósito, porque ilustra cómo fue esta serie de encuentros por mis 50 años: en una misma reunión hubo un montón de temas y con mis invitados muchas veces saltamos de uno a otro, como si fuéramos pulgas…
Durante unas tres horas, y mientras dimos cuenta de una buena merienda (él con un café cortado y un sándwich simple tostado de pan árabe; yo, una agua y una gaseosa con un sándwich tostado de pan de miga con jamón, queso y tomate), hablamos de nuestras familias, de nuestra fe, de los pastores y nuestros trabajos.
Gastón, quien pareciera no sufrir el paso del tiempo porque luce el mismo porte flaco que en su adolescencia, dejó sus estudios de abogacía por su carrera como empresario inmobiliario, pero se recibió en la Universidad de Buenos Aires cuando se acercaba a los 50 años.
Hoy ejerce desde un estudio propio (es anunciante de este blog), además de seguir con los negocios de bienes raíces.
Casado con Marcela y padre de cuatro hijos, este simpatizante de Independiente es un hombre sensible, con mucha percepción espiritual.
Reconoció que pudo salir del gueto evangélico luego de sufrir y procesar un estado de “burn out” generado por su trabajo pastoral.
Gastón cumple los criterios que tuve en cuenta para elegir a mis 50 invitados: fue y es una persona que bendice mi vida con acciones y palabras, no se queda anclada en el pasado sino que tiene proyectos nuevos y expresa vitalidad, y es una persona que cuando nos miramos a los ojos los dos sabemos cómo se siente el otro sin necesitar de una palabra.
Como te quiero amigo, el tiempo no a pasado para nuestra amistad, nos seguimos riendo de cosas simples, opinamos con libertad de todo y compartimos una banda de sentimientos. Tu humor de tipo serio me hace reír muchísimo y tu inteligencia mantiene la vigencia que siempre te caracterizado. Para mi serás siempre » el flaco», que de flaco solo queda tu aspecto porque sos un grosso. Abrazo amigo y gracias por estar!
¡Muchas gracias, Gastón! Sos muy generoso. Abrazo.