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Cuatro equipos de científicos argentinos y uno de los Estados Unidos investigan en conjunto sobre tumores asociados al VIH. Buscan comprender mejor el mecanismo de infección de las células para llegar a nuevos blancos terapéuticos que permitan tratamientos más efectivos.

Cuando el Virus de Inmunodeficiencia Humana (VIH) ingresa al organismo, otros virus que permanecían agazapados se preparan para infectar.

Primero, el VIH se encarga de despejar el camino, debilita y pone en jaque a las células del sistema inmunológico, que es el ejército defensor del organismo.

Es entonces cuando aparecen “oportunistas” como el virus del papiloma humano (HPV, que causa la mayoría de los cánceres anales) y el virus del sarcoma de Kaposi (KSHV), que impregnan las células con su ácido nucleico y las obligan a multiplicarse de manera descontrolada, dando origen a los tumores.

Como si el organismo fuera un libro de la colección infantil “Elige tu propia aventura”, siempre hay finales alternativos para esta historia.

Los tumores no son los únicos que tienen el poder de ramificación. Como en todo cuento, hay un personaje antagónico: un héroe colectivo que llega al rescate del organismo debilitado.

Este personaje también tiene la capacidad de ramificarse, expandirse y crecer. Como un tumor, pero al revés, porque usa ese poder para combatirlo.

Ese héroe colectivo está representado por un consorcio internacional de científicos del Conicet, la Fundación Huésped y la Universidad de Miami.

Su misión es investigar sobre tumores asociados al VIH y sida (la etapa avanzada de la infección por ese virus), y uno de los objetivos que tienen es armar un repositorio de muestras que permita hacer investigación básica para conocer mejor lo que sucede a nivel molecular, para encontrar nuevos blancos terapéuticos que permitan llegar a tratamientos más efectivos.

“El consorcio busca investigar cánceres asociados al sida desde un punto de vista traslacional e integral. En particular, el sarcoma de Kaposi, asociado al virus herpes tipo 8, que se considera una enfermedad marcadora de sida; y el cáncer anal, asociado al virus del HPV, que está teniendo cada vez mayor relevancia”, dijo a la agencia TSS Valeria Fink, médica infectóloga de la Fundación Huésped, una de las cinco instituciones que forman parte del consorcio.

Del consorcio también forman parte el Centro de Investigación en Sida y el Sylvester Comprehensive Cancer Center de la Universidad de Miami; el Instituto de Biología y Medicina Experimental (IBYME–Conicet); el Instituto de Fisiología, Biología Molecular y Neurociencias (Ifibyne, Conicet/UBA); y el Centro de Investigaciones Inmunológicas Básicas y Aplicadas (Ciniba) de la Universidad Nacional de La Plata (UNLP/Conicet).

El financiamiento proviene del Instituto Nacional del Cáncer (NCI, por sus siglas en inglés) y la Fundacion Fogarty Internacional, ambos dependientes dependiente de los Institutos Nacionales de Salud (NIH) de los Estados Unidos.

El trabajo apunta especialmente a dos poblaciones de riesgo. Una es la de mujeres transgénero, en las que en la Argentina el VIH tiene una prevalencia del 34%.

“Si bien con la Ley de Identidad de Género la situación empezó a cambiar, sigue siendo una población muy excluida en lo que respecta al acceso a la salud”, explicó Fink.

La segunda población más afectada por el VIH es la de hombres que tienen sexo con hombres (entre 12% y 15%).

“Son las poblaciones con mayor riesgo de adquirir VIH/sida y quienes tienen más probabilidad de padecer los cánceres causados por los virus que estudiamos”, dijo Enrique Mesri, investigador de la Universidad de Miami y el responsable de comenzar la ramificación positiva de esta historia.

Ramificar el consorcio

Mesri es un científico argentino radicado en Estados Unidos. Nunca dejó de trabajar en proyectos con colegas del Conicet, como Gabriel Rabinovich (IBYME), Omar Coso (Ifibyne) y Martín Abba (Ciniba), con quienes hoy conforma el consorcio.

Gracias a esa red de trabajo y cooperación que venían tejiendo paper a paper, se presentaron a la convocatoria del NIH para conformar un consorcio de investigación sobre cáncer y sida, y obtuvieron un subsidio de casi medio millón de dólares anuales, durante cinco años.

La Fundación Huésped, dirigida por Pedro Cahn, quien también colabora con Mesri y los grupos de SIDA de la Universidad de Miami, aportará el aspecto clínico y social del consorcio a través de sus casi 30 años de experiencia en el área.

“El proyecto se basa en la interacción constante porque entendemos que al trabajar juntos se fortalecen mucho más las capacidades”, afirmó Mesri, quien dijo que otro objetivo central es la formación de los investigadores jóvenes que integran el consorcio (y otros que se irán incorporando) a través de un sistema de mentorías desde la red, y de cursos de capacitación y pasantías que se realizarán en Miami.

En este nodo, además, se llevará a cabo la secuenciación de las muestras procesadas previamente por el equipo de Martín Abba, que analizará los datos por medio de la bioinformática y los hará disponibles para todos los grupos de trabajo.

Otra tarea que se llevará a cabo en Estados Unidos será una parte importante de la administración, ya que los fondos provienen de ese país.

“El trabajo internacional siempre implica un desafío interesante porque es necesario coordinar de manera efectiva los modos de trabajar de dos culturas diferentes para mantener una interacción real entre todos los grupos”, apuntó Mesri.

El virus que miente

Coso, a cargo del nodo Ifybine, trabaja en colaboración con Mesri desde hace 20 años.

En su laboratorio trabajan en tres proyectos relacionados con entender de qué manera las señales extracelulares regulan la expresión de los genes.

En un organismo, las células comparten el mismo genoma. Sin embargo, las células de la retina, por ejemplo, no expresan los mismos genes que las que conforman el hígado.

A su vez, las células del hígado también expresan distintos genes según la hora del día o ante diferentes niveles de ingesta. Esto ocurre porque responden a señales extracelulares diferentes.

¿Qué pasa si alguna de esas señales es generada por un virus? “Cuando una célula es afectada por el virus KSHV, que produce el sarcoma de Kaposi, el virus expresa genes propios que transforman la célula infectada y la hacen funcionar bajo las órdenes de este invasor. Uno de esos genes, llamado GPCR, le ‘hace creer’ a la célula que hay una señal proliferativa. Entonces, esa célula se divide cuando no debería hacerlo y eso termina generando un tumor”, dijo Coso.

El nodo Ifybine se focalizará en investigar qué cosas cambian dentro de las células cuando el virus del sarcoma de Kaposi está presente.

“El consorcio nos va a permitir estudiar en paralelo lo que observamos in vitro y lo que ocurre en pacientes, a través de la conformación del repositorio de muestras y el puente con el trabajo de la Fundación Huésped”, detalló.

La discriminación persiste

La Fundación Huésped nació en 1989 por la necesidad de dar respuesta a los inicios de la epidemia de VIH en la Argentina.

Hoy es una organización de alcance regional y ha ampliado su misión hacia el derecho a la salud, sexuales y reproductivos, otras infecciones de transmisión sexual (ITS) y enfermedades prevenibles por vacunas.

Su trabajo por el derecho a la salud incluye campañas de prevención, investigación clínica y diversas formas de asistencia a la población afectada.

“Participamos en investigaciones que dieron como resultado muchas de las drogas que hoy están disponibles”, dijo Fink.

Según los últimos datos del Ministerio de Salud, se estima que en la Argentina hay unas 122.000 personas que viven con VIH. Solo el 70% conoce su diagnóstico.

“Todavía hay personas que se diagnostican tardíamente, con cuadros clínicos avanzados como si estuviéramos en los años ochenta”, explicó Fink.

“Si bien hay más herramientas de prevención, creo que todavía hay que seguir trabajando mucho porque los casos de algunas ITS, como la sífilis, están aumentando y eso implica que la gente no se está cuidando”, afirmó.

De las personas que están diagnosticadas, el 70% se atiende en el ámbito público.

De ahí la importancia de contar con políticas que faciliten el acceso a la salud.

La Argentina tiene un plan nacional que cubre medicación y estudios para quienes no poseen obra social, pero todavía hay poblaciones que tienen dificultades en el acceso, en parte debido a la persistencia de la discriminación en el ámbito de la salud.

Los olvidados

Juan Pablo Cerliani es doctor en ciencias biológicas y trabaja junto con su colega Diego Croci en el equipo del IBYME que forma parte del consorcio.

Están dirigidos por el doctor en Bioquímica Gabriel Rabinovich, investigador superior del Conicet, que en diciembre recibió la distinción de Investigador de la Nación Argentina.

Cerliani destacó que el trabajo del consorcio apunta a “una temática prácticamente olvidada”, relacionada con pacientes infectados con virus oncogénicos.

Desde el IBYME, la tarea es averiguar cómo hacen estos virus para evadir la respuesta inmunológica y favorecer el proceso oncogénico.

El foco está puesto en el estudio de las interacciones entre lectinas (proteínas que se unen a carbohidratos) y glicanos (carbohidratos).

“Este es un aspecto fundamental para comprender los mecanismos moleculares y celulares que adoptan estos virus para desarrollar lesiones tumorales en pacientes infectados”, expresó Cerliani, quien consideró que un aspecto clave para la sinergia del consorcio es que todos los integrantes se conocen desde hace años.

“Sabemos cómo trabajamos y eso favorece el intercambio y la discusión de resultados y estrategias a seguir”, afirmó.

Genética de la expansión

El nodo platense del consorcio está representado por el equipo del doctor en ciencias naturales Martín Abba, investigador del Conicet en el Ciniba.

Su rol será aplicar la bioinformática para la identificación de tumores y cambios en la expresión génica.

Abba explica que su principal objetivo es dar soporte a los grupos de investigación de Mesri, Coso y Rabinovich.

“Vamos a recibir las muestras de tumores de los modelos animales estudiados en el laboratorio y también muestras de las cohortes de pacientes. Las vamos a pre-procesar y extraer el ácido nucleico para enviarlas a secuenciar a Miami. Posteriormente, ellos nos devolverán los datos para hacer acá el análisis y proveer los resultados a los equipos de investigación”, explicó Abba.

De esta manera, el proyecto va a generar información tanto a nivel epidemiológico como molecular.

Según Abba, la ramificación del consorcio no termina en los cinco equipos de trabajo mencionados, sino que el subsidio también prevé abrir convocatorias para nuevos proyectos: “Un objetivo a corto plazo es poder articular el trabajo del consorcio con la comunidad científica argentina. Esto será a través del financiamiento de proyectos satélite, para que grupos que no pertenecen al consorcio pero quieran aportar algún aspecto innovador también puedan participar”.

Historia sin final

Una parte de los integrantes del consorcio se reunirán en Miami a mediados de enero.

Allí, habrá un curso sobre la mentoría de los investigadores jóvenes y se delinearán las estrategias de funcionamiento para aceitar aún más los engranajes del consorcio que ya está en marcha.

“El primer año va a ser de implementación y vamos a pilotear diversas cuestiones, entre ellas, de qué manera se van a mandar las muestras, equipos y reactivos que vamos a utilizar. Si todo va bien, tendremos los primeros resultados”, explicó Mesri.

Cuando hablan del trabajo del consorcio, los científicos usan tiempos verbales en pasado, presente y futuro.

Esto es así porque se trata de un proyecto que implica varias cosas a la vez: desde continuar líneas de investigación en las que trabajan desde hace años hasta el comienzo de un proyecto sinérgico que apuesta a altos niveles de interacción y una proyección de objetivos que esperan alcanzar en los planos clínico, biológico y social.

Así, esa ramificación de proyectos que empieza y termina en la búsqueda de una mejor calidad de vida, no solo atraviesa el espacio geográfico del continente americano, sino que también busca prolongarse a través del tiempo. Como un tumor, pero al revés.


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