Integrantes de la Fundación Sadosky y de la organización no gubernamental (ONG) «Chicas en tecnología» presentaron los resultados de distintos relevamientos que aportan información para tratar de entender la baja presencia femenina en carreras de computación, en el marco de la Escuela de Ciencias Informáticas que tuvo lugar en la Ciudad Universitaria porteña.
En la Argentina, las mujeres representan tan sólo un 18% del estudiantado de informática.
Sin embargo, cuando se creó la carrera de computador científico en la Universidad de Buenos Aires (UBA), la primera del país, a comienzos de la década de 1960, las estudiantes alcanzaron el 75% del alumnado.
En la década de 1980, ese predominio comenzó a disminuir. ¿Cuál fue la razón?
En la búsqueda de una respuesta, en 2013 la Fundación Sadosky encaró una encuesta sobre una muestra de 627 estudiantes de ambos sexos de segundo y quinto año de la escuela media pública, todos beneficiarios del programa Conectar Igualdad.
La muestra era representativa de la población del Gran Buenos Aires.
«Se indagaron los usos digitales, los conocimientos, el empleo del tiempo libre y las concepciones vinculadas al trabajo y las expectativas respecto de estudios superiores», señaló Mara Borchardt, politóloga y asesora en la implementación de especializaciones de formación docente en didáctica de las Ciencias de la Computación para la Fundación Sadosky.
En esa fundación, mediante la iniciativa Program.AR, se impulsa la inclusión de las ciencias de la computación en el sistema educativo formal, a través de la formación docente, el desarrollo de materiales didácticos y el estímulo del interés en los estudiantes.
«El estudio mostró que tanto varones como mujeres manifestaban tener poco conocimiento específico acerca de la programación. Sin embargo, los varones expresaban más expectativas acerca del desempeño profesional en la programación, aunque conocieran poco al respecto», detalló Borchardt, citada por la agencia Nex Ciencia.
Las mujeres en general no se percibían estudiando informática o desarrollando su profesión en esa área.
También consideraban a los programadores como personas con aptitudes que ellas creían no poseer: gran inteligencia, mucha dedicación al estudio y paciencia para actividades sistemáticas y de rutina.
Además, tanto ellos como ellas veían a las mujeres poco aptas para la computación.
«La conclusión más importante del estudio es una mala noticia: las representaciones que alejan a las mujeres de la informática se hallan en buena medida ya estabilizadas en la adolescencia, tanto en los varones como en las mujeres», subrayó.
La inclinación por las carreras informáticas se vincula también a las prácticas durante el tiempo libre, en particular, al uso de videojuegos.
En relación con los juegos en red, se evidenció que en ellos hay discriminación de género de manera muy agresiva y severa.
«Las mujeres son acosadas en las redes y es habitual que, para poder participar, deban pasar como varones, con identidad falsa», señaló Borchardt, quien continuó: “Los hobbies, al igual que el estudio y la vida profesional, constituyen un mundo de varones”.
Los juegos con piezas para armar y construir objetos se han asociado también con la inclinación por carreras de ingeniería y de informática. En general, es escasa la oferta de estos juegos destinada a mujeres.
«Ellas parecen más temerosas a la hora de explorar y desarmar, dato que también surge del estudio», afirmó Borchardt, quien concluyó:
«Como los estereotipos están asentados en la adolescencia, el desafío es trabajar mucho antes, en la primaria, pues se vio que a partir de los diez años las chicas empiezan a decir que las matemáticas no son para ellas. El trabajo es mucho más profundo, y va a llevar mucho tiempo».
El objetivo de «Chicas en tecnología» es acortar la brecha de género en carreras de programación y tecnología.
«Nos enfocamos en especial en adolescentes entre 13 y 17 años, acercándolas a actividades que les permitan conocer qué es la programación y qué es trabajar con tecnología», explicó Cecilia Vázquez, quien coordinó el programa «Clubes Chicas en tecnología».
Yanina Paparella, coordinadora de ese programa, acotó: «La premisa es trabajar con adolescentes porque en esa edad se establecen los estereotipos de género vinculados a los proyectos futuros, lo que se refleja en frases como ‘no soy buena en matemáticas’ o ‘no soy buena para armar y desarmar cosas'».
Vázquez y Paparella presentaron datos estadísticos sobre carreras en programación.
Seleccionaron 73 títulos de grado y pregrado, a partir de la información de 81 universidades de la Argentina, en un lapso de cinco años (2010 a 2015), para averiguar el número de inscriptas y egresadas.
Los datos, que pueden consultarse en la base de datos Mujeres programadoras aquí, arrojaron que las mujeres eran solo el 16% de los nuevos inscriptos en carreras de programación y afines.
En el ranking de las 15 instituciones educativas con más inscripciones totales, las universidades más grandes del país a pesar de tener mayores inscripciones cuentan con un porcentaje de mujeres inscriptas que no superan el 17%.
Mientras que la Universidad Nacional de La Rioja encabeza el ranking de aquellas con mayor porcentaje de mujeres: un 26%; seguida por la Universidad Nacional del Comahue con un 23% y la Universidad Nacional de Jujuy con un 22%.
Un dato relevante es que la cuarta universidad con más inscriptos es la Universidad Siglo XXI, que cuenta con una modalidad a distancia.
«Las modalidades también influyen en el número de inscripciones», subrayó Vázquez.
Según destacaron las especialistas, una solución posible para incluir más mujeres en el área de la computación es modificar la metodología de enseñanza, y que ellas puedan ver la computación como creación, y no solo como meras usuarias.
Una propuesta realizada en el programa «Clubes de chicas en tecnología» es que las chicas piensen en un problema de su comunidad y que la resuelvan con una aplicación de celular.
«La idea es que trabajen en grupo, que ellas propongan la temática y que diseñen y programen una aplicación», señaló Vázquez, quien prosiguió: «Esta actividad se hace dentro de las escuelas, porque no se trata solo de contarles a las chicas que existen estas carreras sino que debe haber una red de actores que las acompañen para que puedan aceptar el desafío de inscribirse en esas carreras».