«Por eso, yo les enviaré profetas, sabios y escribas…» (Mateo 23:24a)
¿Dónde encontrar hoy esas voces proféticas
tan necesarias para guiarnos,
para marcarnos la senda evangélica que no hay que perder,
para conmover nuestra espiritualidad adormecida,
para devolverle vida a nuestras celebraciones litúrgicas,
para desafiarnos con aquello del amor
a nuestros prójimos y prójimas,
para recordarnos lo de las verdades que liberan
y lo de los panes y los peces de la solidaridad
y aquello del vino y la alegría compartida?
¿Dónde buscamos hoy orientación
para no equivocar las elecciones,
para no decidir desde los miedos
ni tampoco desde el odio,
para no sucumbir ante la tentación
de los silencio cómplices
o de las actitudes hipócritas
o de la falsa piedad?
¿Dónde hallar profetas y profetisas
que le regalen algo de luz
a nuestros presentes oscurecidos?
¿Dónde encontrar aquellas voces
que se transformen en brújula
para las teologías desorientadas
y para las prédicas desabridas
y para los ministerios
alejados de los dolores
de las pequeñas y de los pequeños
que anidan en el corazón de Dios?
¿Dónde, dónde las mujeres y los hombres
que todavía proclamen un Evangelio
que promueva la vida plena,
que anuncie la dignidad
de cada hijo y de cada hija de Dios,
que no tema enfrentar
a los poderes del mal
que abusan y maltratan
y seducen con engaños
y mienten sin vergüenza?
¿Dónde, dónde?
«De ellos, ustedes matarán y crucificarán
a algunos, y a otros los azotarán en sus sinagogas,
y los perseguirán de ciudad en ciudad,» (Mateo 23:24b)
Gerardo Oberman
Fuente: Perfil del autor en Facebook.