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Burgio, la pizzería más tradicional del barrio porteño de Belgrano, cierra este 30 de septiembre de 2021 las puertas de su local en la avenida Cabildo 2477, y concluye así su historia gastronómica que impregnó la vida de sus clientes, entre ellos las de un servidor.

Tradicional parada gastronómica luego de partidos de local de mi querido River Plate, Burgio abrió en 1932. Esta pizzería no cambió su fisonomía, salvo un techo plegable sobre la vereda.

Detrás de las tres barras en el sector delantero, donde disfruté de parado en muchas noches de sus porciones de pizzas, en sus variantes de muzzarella, fugazzetta, jamón y morrones, y anchoas, y de faina, en platos metálicos, acompañado por vasos con moscato, cerveza o gaseosa, se encontraba un salón con paredes con venecitas coloridas, para quienes preferían comer sentados.

La pizza media masa y de molde, al igual que empanadas fritas, salía de un horno a leña que estaba detrás de la caja, a cuyos costados había estantes con latas de conservas y vinos, Una heladera bajo mesada mostraba postres tradicionales, entre ellas la sopa inglesa.

El pizarrón con letras de plástico blanco me recordaba a mi infancia, cuando mi padre nos llevaba a la pizzería Angelín los domingos a la noche, además de la fórmica gastada en las mesas y las sillas tapizadas en cuerina.

Burgio nació en 1932, por idea del italiano Giuseppe Burgio. En 1960 fue vendida a un asturiano, Alberto Méndez. Se mantuvo incólume en medio de la transformación del barrio por sus edificios de viviendas y la llegada de negocios de marcas famosas a Cabildo.

Alertado por amigos que sabían de mi predilección por este templo de la pizza en Belgrano, fui el 29 de septiembre a primera hora de la tarde para despedirme como corresponde, con porciones de jamón y morrones que compartí con mi hija Agustina, acompañado por moscato.

Los dos mozo que trabajaban y el cajero se repartían la toma y la entrega de pedidos, además de juntar y lavar platos, cubiertos y vasos y limpiar las mesas, mientras la fila de clientes de todas las edades ante la caja llegaba varias veces a la vereda.

Mientras esperaba la llegada de las porciones a nuestra mesa, observaba la melancolía de los comensales, muchos de los cuales fotografiaban el local o tomaban autofotos, en un intento por registrar las últimas imágenes de uno de los pocos reductos de identidad porteña que quedaban en pie, y que cierra por decisión de su dueños, quienes, aunque sobrevivieron al confinamiento por la pandemia del coronavirus, estaban agotados de lidiar con la economía argentina.

A continuación, una galería de fotografías que tomé con un teléfono móvil Samsung Galaxy S21 Ultra en ese almuerzo de despedida. Puedes ver otras fotos propias en estas notas.

 

César Dergarabedian

Soy periodista. Trabajo en medios de comunicación en Buenos Aires, Argentina, desde 1986. Especializado en tecnologías de la información y la comunicación. Analista en medios de comunicación social graduado en la Universidad del Salvador. Ganador de los premios Sadosky a la Inteligencia Argentina en las categorías de Investigación periodística y de Innovación Periodística, y del premio al Mejor Trabajo Periodístico en Seguridad Informática otorgado por la empresa ESET Latinoamérica. Coautor del libro "Historias de San Luis Digital" junto a Andrea Catalano. Elegido por Social Geek como uno de los "15 editores de tecnología más influyentes en América latina".

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