Agustina, mi hija, ya vive en el día de mañana, 4 de mayo de 2023. No es un juego de palabras, sino un hecho concreto, real, verídico, gracias a la diferencia horaria de 13 horas que hay entre la Argentina, donde Agustina partió el 1 de mayo, y la ciudad australiana de Sídney, adonde llegó el 4 de mayo.
Agustina, de 29 años, inicia una nueva etapa de su vida con su radicación en Australia, por el tiempo que Dios disponga.
En rigor, los viajes vitales, donde uno cambia su lugar de residencia, son habituales en las familias de origen de Agustina: solo su abuelo paterno, Roberto, y yo quedamos en la ciudad donde nacimos: Buenos Aires.
Cristina, mi esposa y la madre de Agustina, dejó Viedma, la capital de Río Negro donde nació, para radicarse en Buenos Aires, donde se graduó en la UBA.
Priscila, la tía de Agustina por el lado paterno, dejó Buenos Aires, donde nació, para vivir en Suiza, Catalunya y México por más de 10 años.
Martha, la abuela de Agustina por el lado paterno, nació en los Estados Unidos. Cuando tenía apenas un año, los bisabuelos de Agustina regresaron con ella a la Argentina. Martha vivió en la ciudad bonaerense de Bahía Blanca y luego de graduarse en la Universidad Nacional del Sur se radicó en Buenos Aires para trabajar en la docencia.
Aram Dergarabedian y Lousaper Karaguezian, los bisabuelos armenios de Agustina, debieron dejar sus ciudades natales en el territorio histórico de Armenia por el genocidio armenio cometido por el Estado turco. Aram y Lousaper se radicaron en la Argentina luego de pasar por el Líbano y Francia.
Mario, el abuelo de Agustina por el lado materno, dejó su Italia natal luego de la Segunda Guerra Mundial para radicarse en la Patagonia argentina.
Isabel, la abuela de Agustina por el lado materno, dejó su Buenos Aires natal para ejercer la docencia en la provincia patagónica de Río Negro, donde conoció a Mario y nacieron sus siete hijos.
Al igual que Cristina, la mayoría de los tíos de Agustina, por el lado materno, dejaron sus ciudades natales en Río Negro para radicarse en otras ciudades.
En menor medida, sucedió lo mismo con los primos de Agustina por ambos lados parentales.
La propia Agustina ya sabe lo que significa vivir fuera de la Argentina, cuando residió entre 2018 y 2019 en Armenia.
Un viaje, una canción
En estos días previos y posteriores a la partida de Agustina desde la nueva terminal de partidas del aeropuerto internacional de Ezeiza, en Buenos Aires, recordé «El otro cambio, los que se fueron», una hermosa canción de Litto Nebbia, uno de los músicos que más influyó en mi vida:
La versión del video es la original. Nebbia grabó otras versiones que, al igual que las de otros grandes músicos e intérpretes argentinos, como Fito Páez, Lito Vitale y Juan Carlos Baglietto, están disponibles en YouTube.
Aunque ante la primera audición parezca obvia la referencia a quienes deben irse de su lugar vital en el mundo, Nebbia fue sincero al explicar que, cuando la compuso, no tenía en mente esos viajes. Puedes leer más al respecto aquí.
Como te conté en notas diferentes en este sitio, Agustina es mi mayor orgullo, pese a mis errores.
Gracias a ella, mi mejor compañera de viajes, fui y soy distinto y mejor. Aunque nunca me fui de mi ciudad natal, ella fue y es parte de mi cambio.
Con este viaje, Agustina busca un horizonte nuevo, diferente del que ofrece hoy la Argentina, oculto por los tornados económicos recurrentes de la historia nacional.
La felicidad por Agustina supera los 12 mil kilómetros de distancia que separan a Buenos Aires de Sídney, aunque su viaje haya insumido tres tramos que la llevaron de Buenos Aires a New York (10 horas y 58 minutos), de la Gran Manzana a Los Ángeles (5 horas y 27 minutos) y desde la mayor ciudad de California a Sídney (14 horas y 42 minutos), y que sumados dieron un total de 31 horas y 7 minutos sólo de tiempos de vuelos, sin contar esperas y conexiones.
Como sucedió con nuestra primera hija, María, Cristina y yo intentamos darle a Agustina lo necesario para que realizara su propio viaje de vida. Con aciertos y errores, estos últimos cometidos más por mi lado, creemos que lo hemos conseguido.
Agustina viajó a Australia con una ilusión, que se sustenta en su historia de ilusiones concretadas.
Agustina bendijo a muchas personas en la Argentina y Armenia con su sonrisa, serenidad, perseverancia, trabajo, palabra oportuna y paciencia para soportar pruebas.
Confío que así será también en Australia, donde dejará una huella indeleble, como la que marcó y marca en nuestras vidas.
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