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(A la luz de Marcos 11:1-11)

¡Sálvanos, Jesús!
Es el eterno clamor de nuestra fe.
Es el canto esperanzado de un pueblo
que te reconoce como Aquel que ha venido
y como Aquel que sigue viniendo
a compartir el camino, la vida, las luchas,
los sueños, una espiritualidad comprometida,
la sed de justicia y el hambre de equidad,
el mundo mejor que tanto esperamos.

¡Sálvanos! ¡Sí, sálvanos!
Sálvanos de quienes han hecho de tu casa
un mercado donde se venden salvaciones lejanas,
donde anidan teologías vacías de toda gracia
que se convierten en prédicas que alienan
y en liturgias que han olvidado el sabor de la sal.

Sálvanos de la apatía
de quienes han perdido toda sensibilidad
por el dolor y las angustias
de sus hermanas y sus hermanos;
sálvanos del cinismo cruel
de quienes hablan de fuerzas celestiales
que solo promueven y perpetúan
miseria, discriminación y exclusión;
sálvanos de los odios perversos
que nos dividen, enfrentan y destruyen.

Sálvanos también de estar
del lado equivocado del camino,
sin ningún manto para saludar tu nombre.

Entra, Jesús, en la Palestina arrasada,
entra en nuestras economías sin alma,
visita cada ciudad asediada por la muerte,
entra en nuestros templos de pascuas pobres,
ingresa en nuestras casas y metete en nuestras vidas.
¡Tú puedes salvarnos!

… Y ojalá no te vayas
pensando que ya es demasiado tarde.

Gerardo Carlos C. Oberman

Fuente: perfil de la Red Crearte en Facebook.


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