Hoy existe una preocupación creciente que muchas veces no se toca en profundidad, pero amerita un análisis más profundo, un cambio cultural y una mirada crítica sobre el comportamiento de la sociedad ante este problema.
Me angustia escuchar en la radio o leer en las noticias titulares como: “Cayó la banda que asaltó y torturó a un jubilado” (El Economista 03/12/2024); “Violenta entradera a un jubilado en Avellaneda” (Clarín 18/04/2024); “Lanús: torturaron a un jubilado y le robaron el dinero que…” (El Diario del Sur 15/11/2024).
La lista es interminable y, lamentablemente, detrás de cada título o noticia está la vida de una persona mayor que sufrió un evento de inseguridad en su hogar. No solo se violó su espacio de seguridad, sino que además fue golpeado, maltratado, lastimado o asesinado como consecuencia de un robo de valores. Poco o mucho, eso no importa.
Como sociedad, como hijos y nietos, ¿qué podemos hacer? Lamentablemente, las fuerzas de seguridad no pueden estar presentes en todo lugar; cuando no hay zonas liberadas o no llegan en tiempo y forma, las personas están a la buena de Dios, a la espera de ser las próximas víctimas de un potencial delito.
Deberíamos, como sociedad, generar un cambio cultural que conlleve a que en nuestros hogares no debería haber valores, ya que “sin valores que robar no habría entraderas”.
Si bien las personas jóvenes o adultos también son potenciales víctimas de entraderas, los adultos mayores, nuestros padres y abuelos, tienen menos herramientas para defenderse.
Además, el hecho de que sean personas que, por historia y desconfianza en el sistema o por falta de acceso a la tecnología o a las nuevas tendencias, decidan resguardar el fruto de su vida laboral en su casa, genera un espacio propicio para el delincuente, que sabe, analiza y estudia a esa futura víctima indefensa.
“Sin valores no hay entraderas” debería ser un eslogan de campaña de los intendentes, de la política, de los políticos. Y cuando pensemos en valores, seamos un poco más amplios: no solo el dinero físico buscan los delincuentes, también apuntan a joyas, alhajas, relojes. Todo aquello que tenga valor y sea fácil de sustraer y vender es el botín perfecto.
Si aún tenemos la fortuna de tener a nuestros padres y abuelos cerca, y les preguntamos si tienen “escondidos” valores en su casa, con seguridad la respuesta va a ser sí.
Es una tarea de los parientes aconsejar a sus padres y abuelos a que tomen decisiones correctas, que confíen en instituciones serias que les brinden no solo la seguridad que requieren para que sus valores estén protegidos, sino también la contención y calidad de atención que se merecen.
No es una tarea fácil, y muchas veces la gente más joven también guarda sus valores en sus casas u oficinas y no se ha tomado el tiempo de analizar las mejores opciones que el mercado ofrece, que hoy por suerte son muchas.
Con el tiempo, si la mayoría avanza de la misma manera, terminaremos con un flagelo que nos afecta a todos en menor o mayor medida. Anhelo el día en que no se vuelva a leer o escuchar un titular similar sobre una entradera.
Director general ejecutivo de Ingot y presidente de la Cámara Argentina de Empresas de Servicio de Alquiler de Cajas de Seguridad (CAESACS).
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