A las 18.00 del 11 de enero de 2015 me encontré en la puerta del café El Gato Negro con Manuel Horacio Castrillón, uno de mis 50 invitados para celebrar mis 50 años, una idea sobre la cual puedes leer más en esta nota.
Durante unas tres horas en ese bar, con cuatro porrones de cerveza Schneider acompañados por palitos y maníes salados y cuadrados de budín de limón, y una hora de caminata y viaje en colectivo, charlamos sobre nuestra común fe cristiana y nuestro común trabajo como periodistas.
De 57 años, Manuel Horacio es una “rara avis” cristiano ortodoxo en un país de mayoría católica romana, trabaja desde hace más de tres décadas en el diario La Nación (¿conoces personas que trabajen hoy en la misma empresa desde hace más de 35 años?).
Amante de la lectura en libros de papel, Manuel Horacio es un fino e irónico amigo, de visiones dicotómicas, que recuerda nostálgico las épocas del buen periodismo que se hacía en La Nación, con grandes plumas como Bartolomé de Vedia y Germán Sopeña, por ejemplo.
La charla tuvo muchos matices y temas, entre ellos el análisis del proceso de duelo que atravesé por la muerte de mi hija María, las diferencias generacionales con nuestros colegas y la teología.
Como ocurrió con la gran mayoría de mis invitados, nos quedamos con ganas de seguirla.
Querido amigo,
Tenemos que repetirlo y no esperar otros 50 años. No creo estar en este barrio.
un fuerte abrazo.
Castri
¡Gracias, querido hermano! Por supuesto, lo repetiremos. Abrazo grande. César