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Como cristianos queremos seguir al maestro, caminar por sus pisadas, seguir su ejemplo. Entonces vamos a los evangelios para observar de cerca las actitudes, los movimientos, pero sobre todo las palabras de Jesús.

Jesús, la expresión máxima de la revelación de Dios a los hombres. Jesús, el verbo hecho carne. Nos sorprende su mensaje simple pero eficiente, sabio, apropiado a cada situación y a cada interlocutor, justo, sin derroche de palabras formales y huecas, ni escatimando el diálogo y la comunicación genuinos. Las palabras de Jesús, vida y salud para el ser humano.

En este recorrido por la vida de Jesús nos acercamos a la Pascua, a la de entonces y a la de ahora. Tiempo propicio para la reflexión, la meditación, la introspección reverente. Tiempo propicio también para recordar los acontecimientos previos a la crucifixión y posterior resurrección de Jesús. Nos conmovemos al leer sobre el lavamiento de los pies a sus discípulos dejando un ejemplo impactante también al escuchar sus palabras de despedida y consolación a los suyos compartimos con devoción la oración intercesora por los discípulos de ése y de este tiempo nos estremecemos con Jesús en el huerto de Getsemaní y palpitamos momento a momento con su arresto, la parodia de su juicio…

Recorremos cada gesto, cada movimiento, cada palabra de los últimos días y horas, del mismo modo que lo hacemos cuando un ser querido acaba de morir.

Repentinamente, aparece algo extraño, incomprensible tal vez, impactante con seguridad: el silencio de Jesús. “Y siendo acusado por los principales sacerdotes y por los ancianos, nada respondió. Pilato entonces le dijo: No oyes cuántas cosas testifican contra ti? Pero Jesús no le respondió ni una palabra de tal manera que el gobernador se maravillaba mucho” (Mateo 27: 12-14). Jesús hizo silencio, pero dijo todo. Tiempo de hablar y tiempo de callar.

El silencio es un mensaje poderoso. A veces el silencio es compasión y comprensión (“me respetó callando”) y también sirve para dar un mayor espacio a la otra persona (“su silencio me invitó a seguir hablando”). A veces se usa para castigar al otro, dejándolo en soledad (“lo maté”). A veces sirve para eludir un compromiso (“mejor no digo nada”). Otras veces es sinónimo de impotencia (“no supe qué decirle”), o de reconocimiento de los propios límites (“no sabía qué decir”). En algunas ocasiones es sinónimo de ignorancia (“me callé para no pasar vergüenza”), o de temor (“me quedé mudo del susto”). Muchas veces tiene el sentido de culpa (“no pude decir nada”), o el intento de dejar confundido al otro (“por qué no me habrá contestado?”).

El silencio de Jesús es un mensaje poderoso. El silencio de Jesús… ¿qué nos quiso decir? Podemos tejer mil y una hipótesis. El pasaje citado menciona el efecto que el silencio de Jesús tuvo sobre Pilato quien lo estaba interrogando: “se maravillaba mucho” (en la versión popular: “se quedó muy extrañado”). ¿Una mezcla de curiosidad, perplejidad, admiración tal vez? Otro pasaje viene en nuestro auxilio: “Pues para esto fuisteis llamados porque también Cristo padeció por nosotros, dejándonos ejemplo, para que sigáis sus pisadas el cual no hizo pecado, ni se halló engaño en su boca quien cuando le maldecían, no respondía con maldición cuando padecía, no amenazaba, sino encomendaba la causa al que juzga justamente” (1a. Pedro 2: 21-23).

Una luz ilumina el escenario donde Jesús está frente a Pilato. Se escucha fuertemente el silencio de alguien que teniendo toda la razón, toda la potencia, toda la fuerza de una conciencia sin mancha, toda la autoridad para juzgar a quienes lo acusan… elige callar. El silencio del inocente. El silencio de quien asume una culpa que no le es propia, pero que está dispuesto a cargar. El silencio, no de la pasividad y la impotencia, sino de alguien que conoce y confía en el Supremo Juez ante quien encomienda su causa.

El silencio de Jesús, una actitud sobrenatural: elegir callar cuando hay mucho que podría decirse. Qué reacción tendremos ante esto? Pilato quedó extrañado, pero siguió su propio camino. El silencio de Jesús, un ejemplo dado para todos los cristianos. ¿Nos motiva a seguir sus pisadas? Para pensar en esta Semana Santa.

El inocente Cordero de Dios,
de tal manera me amó.
Sin murmurar fue llevado a la cruz,
de tal manera me amó…

Maria Elena Mamarian de Partamian

Publicado en El Expositor Bautista en marzo de 2001.

Fuente: Selah.

César Dergarabedian

Soy periodista. Trabajo en medios de comunicación en Buenos Aires, Argentina, desde 1986. Especializado en tecnologías de la información y la comunicación. Analista en medios de comunicación social graduado en la Universidad del Salvador. Ganador de los premios Sadosky a la Inteligencia Argentina en las categorías de Investigación periodística y de Innovación Periodística, y del premio al Mejor Trabajo Periodístico en Seguridad Informática otorgado por la empresa ESET Latinoamérica. Coautor del libro "Historias de San Luis Digital" junto a Andrea Catalano. Elegido por Social Geek como uno de los "15 editores de tecnología más influyentes en América latina".

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