Escribo desde el mañana en un teléfono movil. Llegué el 29 de septiembre a la noche a Ereván, la capital de Armenia, la nación de donde se tuvieron que escapar mis abuelos Aram y Lousaper Dergarabedian, en medio del genocidio armenio cometido por Turquía en las primeras dos décadas del siglo XX.
Escribo desde el mañana porque este blog tiene su hora de configuración en Buenos Aires, siete horas menos que en Ereván, donde tipeo esta nota el 30 de septiembre.
Escribo en un teléfono móvil porque vine a Armenia en vacaciones y tocar una notebook es sinónimo de trabajo para mí.
Soy el segundo descendiente de mis abuelos que volvió a Armenia. La primera fue mi hija Agustina, en abril de 2018.
Durante mi estadía aquí compartiré una nota diaria ilustrada con fotos propias.
No esperes grandes textos turísticos, porque escribo, lo repito, en un móvil.
Salí de Buenos Aires el 28 de septiembre en un vuelo de 13 horas de Air France a París. Luego de 6 horas de espera de conexión abordé al día siguiente el avión a Ereván.
Autofoto en el aeropuerto de Ereván, luego de 5 horas de vuelo.
El sello más importante en mi pasaporte.
Reencuentro gozoso con Agustina en Ereván. La foto fue tomada frente a la plaza principal de Ereván.
Guisos locales en restaurante Karas, en Ereván. El primero tiene restos de pulmón y corazón de cordero y el segundo, papas y cerdo con cebollas.
Casa de apuestas abierta a la medianoche en Ereván. Apostadores miran partidos de fútbol de Italia, España, Inglaterra, Francia y Alemania y hacen apuestas sobre todo : resultado, goles, tiros de esquina, etc.
Grafiti cerca del hotel donde me hospedo en Ereván.