«… además, entre nosotros y vosotros se abre un abismo inmenso…»
Lucas 16.26.
Abismos, nos separan abismos.
Y no siempre son posibles los puentes:
hay puntos de no retorno
porque las oportunidades se perdieron,
fueron desperdiciadas y hasta despreciadas.Abismos profundos, dolorosos.
Entre el consumismo obsceno
y quienes no tienen un abrigo para las noches de frío;
entre las promesas de prosperidades engañosas
y la realidad de las miserias que lastiman;
entre las palabras vacías de la política sin alma
y el compromiso del alma con políticas justas;
entre la indecencia del poder corrupto
y la humildad del poder que sirve.Abismos viejos y abismos nuevos.
Entre el poder y no querer
y el querer y no poder;
Entre quienes expulsan y excluyen
y quienes abrazan e integran;
entre quienes construyen muros
y quienes deconstruyen miedos y prejuicios;
entre quereres posesivos y perversos
y amores liberadores, que se cuidan.Abismos que definen los mundos
en que deseamos vivir:
mundos pequeños, exclusivos, insensibles,
sin capacidad para el otro, la otra, lo diverso…
mundos hipócritas, de felicidad aparente
pero vacíos de toda capacidad de empatía.
O mundos amplios y generosos y abiertos,
donde el compartir y la solidaridad
tienen espacio y alimentan sueños,
sostienen la esperanza y siembran vida.Abismos. ¡Tantos! ¡Demasiados!
Que Dios nos encuentre, siempre,
del lado en el que el pan se hace nuestro
en la mesa extendida donde nadie, jamás,
come las migajas de la indignidad.
Gerardo Carlos C. Oberman
Fuente: perfil del autor en Facebook.
La imagen inicial es «Lázaro y el rico Epulón», un óleo sobre tela pintado hacia 1540 por el artista italiano Bonifacio Veronese (1487-1553). que se encuentra en la Galería de la Academia, en la ciudad italiana de Venecia. El archivo está disponible bajo la licencia Creative Commons Atribución-CompartirIgual 4.0 Internacional.