Un análisis de la dinámica de la pandemia del coronavirus en la Argentina permite ver los efectos que tienen las personas exceptuadas de la cuarentena, los hábitos de los argentinos y las medidas de aislamiento en la transmisibilidad de la infección.
El 12 de marzo de 2020, el Poder Ejecutivo Nacional publicó un decreto de necesidad y urgencia en el Boletín Oficial que estableció la emergencia sanitaria.
La medida instauraba, entre otras disposiciones, la suspensión de vuelos internacionales provenientes de zonas afectadas por la pandemia y el aislamiento obligatorio de las personas que llegaran de esos lugares, de los casos sospechosos y de sus contactos estrechos.
También la norma facultaba a cerrar lugares donde pudieran producirse aglomeraciones, suspender las clases y evitar la circulación de personas con factores de riesgo. Una semana después, el 20 de marzo, se estableció el aislamiento social preventivo y obligatorio (ASPO), es decir, la cuarentena que rige actualmente.
«Nuestros resultados indican que las medidas tomadas a partir del 12 de marzo tuvieron muchísimo mayor efecto que el ASPO posterior», informó Roberto Etchenique, investigador del Conicet e integrante de un grupo conformado por más de 60 investigadores que estudian la pandemia, coordinados por el Instituto de Cálculo y el Instituto de Ciencias de la Computación de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la Universidad de Buenos Aires (Exactas UBA).
Para sostener su afirmación, Etchenique utilizó un modelo matemático que, con los datos oficiales del Ministerio de Salud, le permitió obtener un parámetro que mide la transmisibilidad del virus: el número R, también llamado «número reproductivo».
R se utiliza para estimar la velocidad con la que una enfermedad infecciosa puede propagarse en una población y se calcula mediante una ecuación que considera numerosos factores que influyen en la transmisión del patógeno, como las características del virus, del ambiente y de la población.
Es un número que da una idea de cuántas personas se contagian a partir de una persona infectada.
Por ejemplo, un R=2 indica que un infectado puede contagiar, en promedio, a dos personas. Se considera que cuando el número R es menor que 1 la epidemia está controlada.
Según los cálculos del investigador, en la Argentina el coronavirus arrancó con una tasa de reproducción inicial (R0) de 3,5.
Es decir que, durante los primeros días de pandemia en nuestro país, un individuo infectado podía contagiar -en promedio- de tres a cuatro personas.
«El 24 de marzo se produce una caída abrupta del R a un valor de 1,1 que es el que persiste hasta hoy», señaló Etchenique.
«Esa fuerte disminución del R ocurre solo cuatro días después del comienzo del ASPO, por lo cual es muy difícil que pueda deberse a esa medida. Lo más probable es que la caída se haya producido por las decisiones tomadas el 12 de marzo», concluyó.
Según el científico, el cierre de escuelas -que autorizó a los padres a quedarse en casa con sus hijos-, la dispensa de concurrir a los lugares de trabajo para los individuos con factores de riesgo y la suspensión de eventos masivos redujeron significativamente la circulación y el uso de medios de transporte público.
«Si a eso le sumamos la situación de temor social por lo que estaba pasando en Europa, podemos decir que el aislamiento social ya estaba ocurriendo de hecho. El 20 de marzo el gobierno le agregó la obligatoriedad», afirmó.
Costumbres argentinas
En su exposición durante el coloquio virtual organizado por el Departamento de Matemáticas de Exactas UBA, Etchenique reveló un resultado curioso:
«La tasa inicial de reproducción del virus en la Argentina de 3,5 es una mezcla del R0 de los casos importados que fue de alrededor de 3, y del R0 de los casos no importados que fue de aproximadamente 5».
Para el investigador, el primer número «refleja la dinámica de la pandemia en el extranjero, principalmente en Italia y España, donde el R estaba entre 3,2 y 3,3».
El segundo número muestra que «el virus inició su transmisión en nuestro país con muchísima más velocidad».
Según el científico, «esto podría deberse a nuestra costumbre de abrazarnos, darnos besos, compartir el mate, y hablar fuerte y cerca unos de otros».
Con los datos cargados hasta el 4 de mayo, el modelo brinda otro dato interesante: si el R actual de la Argentina, que es 1,1, persistiera en el tiempo, el famoso pico de contagios se produciría en febrero de 2022, momento en el que habría unos tres millones de infectados y alrededor de 10.000 casos por día.
Con esta dinámica de contagios, el último caso de la Covid-19 ocurriría en octubre de 2024.
Etchenique aclaró inmediatamente que esto sólo valdría si la sociedad argentina fuera homogénea y nos mezcláramos todos con todos.
«No es la situación actual y ni siquiera la anterior, cuando se podía viajar. Es una situación hipotética, en la que R valdría igual en todo el país. Pero esto no es así», dijo.
De hecho, el cálculo de R refiere a una población particular con sus características propias donde, se supone, todos sus habitantes tienen posibilidades de interaccionar entre sí.
«El cálculo global homogeniza las enormes diferencias entre las diversas regiones», acotó Etchenique, quien decidió calcular el R por distrito, y da algunos ejemplos: «En Santa Fe y en Córdoba el R es 0,4 y en Chaco es 0,5. Lo que vemos es que las provincias van bien. De hecho, si se calcula el R para todo el interior del país, sin incluir a la provincia de Buenos Aires y a la CABA, nos da 0,7. Son números que indican que, en el interior, la pandemia está en franca remisión».
Distinto es el caso del área metropolitana de Buenos Aires (AMBA): «No tenemos discriminados los datos del interior de la provincia de Buenos Aires y del conurbano pero, probablemente, el interior de la provincia se esté comportando de manera similar que el resto del país. En cuanto a la CABA, allí se había logrado detener el avance de la pandemia alcanzando un R de 0,95. Estaba estable, bajando un poco. Pero los casos que se dieron en la Villa 31 y en los geriátricos llevaron el R a 1,5. Con este R, los casos van a seguir subiendo, aun manteniendo el aislamiento», advirtió Etchenique.
La excepción y la regla
Quienes permanecen en cuarentena solo pueden contagiarse -o contagiar- el virus cuando salen de su casa, mientras que el verdulero, el cajero del supermercado o el repartidor que va en su motocicleta para hacer un «delivery» están en permanente contacto con otras personas y, por lo tanto, con alta probabilidad de transmitir la infección.
Si se pudiera calcular el R de la población exceptuada de la cuarentena, seguramente se obtendría un valor bastante elevado.
Pero, como exceptuados y «cuarentenados» estamos mezclados en una misma población, solo se puede obtener un R que vale para todos.
Podría hacerse un experimento social en el cual todos los exceptuados permanecieran en cuarentena durante un par de semanas y, luego, medir el R de la población.
La probable reducción del R que observaríamos sería entonces adjudicable a los individuos exceptuados.
Pero esto es imposible de llevar a la práctica porque, precisamente, son trabajadores esenciales para que la sociedad siga funcionando.
No obstante, para tratar de analizar el efecto de los ciudadanos exceptuados en la transmisión de la infección, Etchenique alimentó el modelo matemático con algunos datos teóricos: supuso, por ejemplo, que los trabajadores esenciales tienen un R=2 -“no es un R muy grande para toda la cantidad de gente que ven”, apunta- y consideró que hoy los exceptuados constituyen el 20% de la población.
Los resultados de ese ejercicio teórico muestran claramente el papel de los ciudadanos exceptuados en la transmisión del virus: «Aunque les adjudiquemos a quienes están en cuarentena un R=0, es decir, que no transmiten la enfermedad entre ellos, el R global de la población va a ser mayor que uno», reveló el investigador, quien afirmó: «En otras palabras, las condiciones actuales son incompatibles con la mitigación de la pandemia».
Según Etchenique, «se deben potenciar mecanismos más efectivos que el simple aislamiento”, y propuso: “Hay que fortalecer el contact tracing, es decir, la búsqueda de individuos infectados pre sintomáticos, y aislarlos».
Gabriel Stekolschik
Agencia NexCiencia