Viví una noche de bronca y dolor y exigencia de justicia en la Plaza de Mayo el 22 de febrero de 2013. Frente a la Casa de Gobierno, en Buenos Aires, se realizó el acto por el primer aniversario de la tragedia ferroviaria de Once, en la que murieron 51 personas y más de 700 sufrieron heridas.
Concurrí solo a la plaza, para expresar mi solidaridad con los parientes de las víctimas, porque en el escenario donde fallecieron sus seres queridos, los trenes de Buenos Aires, sucede parte de mi existencia.
Mi experiencia es similar a la de una persona que mencionó en el acto Angel Cerrichio, papá de Matías, una de los muertos en la estación Once de Septiembre: «Hernán es el taxista que me llevó de Once a Plaza de Mayo y durante el viaje me contó que él también usaba el (ferrocarril) Sarmiento y de repente se puso a llorar. ‘Si yo hubiera estado en ese tren, mi papá estaría sentado en tu asiento ahora’, me dijo el taxista”.
El primer orador del acto, sencillo pero muy cargado de emoción, fue el premio Nobel de la Paz, Adolfo Pérez Esquivel.
Con su habitual sencillez y claridad para definir las luchas, dijo que la tragedia fue “anunciada” por el informe de la Auditoría General de la Nación “presentado en el Parlamento argentino”, y luego pidió cancelar y anular todas las concesiones ferroviarias.
[youtube http://www.youtube.com/watch?v=O3WjNZA4v6M&w=640&h=360]Luego se sucedieron lecturas de poemas y anécdotas por parte de los parientes, quienes renovaron su reclamo de justicia.
Por ejemplo, Susana, hermana de María Scidone, se presentó como católica, y varias veces mencionó a Dios, a quien pidió que la justicia sea implacable: “Todos debemos ser medidos por la misma vara”.
El momento más emotivo y desgarrador fue el que protagonizó Edwin Ojeda, marido de Tatiana Lezano, embarazada de seis meses.
Junto a sus otros tres hijos en el palco ante la multitud, Ojeda pidió que se considere al bebé, que se iba a llamar Uma, como la víctima 52.
“Hoy ya no tengo a Uma, mi bebé tan esperada. Hoy ya no veo regresar a mi esposa, como lo hacía todos los días, y no veo crecer ni caminar a mi hija, pero veo caminar con total libertad a los corruptos que forjaron esta masacre”, dijo este albañil, vecino de la ciudad de Hurlingham.
“En esa estación murió gente muy valiosa. Para poner el culo en el tren de las ocho y media tenés que levantarte a las seis y bancarte viajar como ganado. Muchas de los fallecidos eran sostenes de su hogar, laburantes”, dijo Juan Manuel Rey, tío de una de las 51 víctimas.
El momento central del acto fue la lectura del documento consensuado entre el grupo de 15 familiares que organizaron el acto.
Uno de los lectores del documento fue Paolo Menghini, una de las caras mediáticas de los parientes, porque su hijo Lucas fue encontrado adentro de uno de los vagones siniestrados 58 horas después del accidente y cuando la policía había abandonado su búsqueda.
“La tragedia de Once fue la consecuencia de la voluntad de enriquecerse sin importar las consecuencias. Actuaron con desprecio por la vida, creyéndose impunes. Hoy luchamos para que esa impunidad se termine. La corrupción no sólo se llevó la plata del pueblo, esta vez se llevó muchas vidas. La cara visible de la corrupción es la muerte y su cómplice es el silencio. Para ser más claros, los empresarios y funcionarios corruptos mataron a nuestros seres queridos”, leyó María Luján Rey, madre de Lucas Menghini, en uno de los tramos más aplaudidos del acto.
«Debieron cuidar a los usuarios en vez de darles lugar a los corruptos y asesinos que se llenaron los bolsillos a costa de sangre», afirma el documento. «La Presidenta se acordó de nosotros con un mensaje más hiriente que el propio silencio, con un abrazo solidario tardío. Nuestro dolor no es sólo un momento malo de la vida, como expresó en su discurso, sino producto de la inacción de su propio gobierno y de la corrupción amparada por Jaime, Schiavi, Sícaro, Luna, Ochoa, Romero y otros funcionarios de esta gestión», expresa el documento.
«La lucha de las Madres y Abuelas de Plaza de Mayo debe ser un ejemplo, pero no queremos ni debemos pasar 35 años para obtener justicia. Éste no fue más que la continuación de un discurso que comenzó en febrero de 2012, cuando se culpabilizó a las víctimas y se pidieron tiempos ridículos para las pericias», agrega el documento, en una dura crítica a las expresiones de la presidenta Cristina Fernández de Kirchner, un día antes en el acto de lanzamiento de un canal de deportes para la televisión digital abierta.
«Los asesinos de escritorio hicieron que perdiéramos fisicamente a 52 seres irrepetibles. Por su accionar negligente, y delictivo ya no podemos abrazarlos», dijeron los parientes.
«Desde el Poder Ejecutivo se vanaglorian de lo hecho hace un año. Olvidándose de que antes tuvieron nueve años para hacerlo. No hablen más de la herencia recibida. Sabemos que fue desastrosa, pero nada cambió hasta que llegó la tragedia. ¿Faltó plata? No. Plata hubo. ¿Faltaron avisos? No. Los avisos abundaron. ¿Faltó tiempo? No. El tiempo sobró. Les faltó cumplir con las promesas que quedaron sólo en anuncios allá por 2006 y cuidar a los usuarios en vez de darles lugar a los corruptos y asesinos que se llenaron los bolsillos a costa de sangre», sostiene el Documento de los parientes de víctimas de Once, 22 de febrero de 2013 que puedes descargar en formato PDF haciendo clic en la parte subrayada anterior y repitiendo ese clic en la ventana que se abre.
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El pronunciamiento de los parientes advierte: «Vengan de donde vengan y se llamen como se llamen, los asesinos son asesinos, los corruptos son corruptos, los cómplices son cómplices y por eso deben ser juzgados y condenados. Los repudiamos; que nos miren, levantemos los carteles para que se vean en todo el país, abracémonos a la distancia con los miles de argentinos que con su foto piden lo mismo que nosotros. Y si a nuestras espaldas cierran los ojos para no vernos, entonces gritemos, que escuchen cómo nuestras voces se multiplican por todo el territorio nacional».
¿Escucharán los poderes públicos, la Presidenta, el Parlamento y el Poder Judicial? Los parientes de 51 fallecidos y toda una sociedad espera que esos oídos estén abiertos, capten el mensaje y obren en consecuencia, en resguardo de lo más valioso que tiene un ser humano: su vida.
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