Hoy, 28 de septiembre de 2019, se cumple un año exacto del inicio de mi primer viaje a Armenia, el país de mis abuelos paternos, Aram y Lousaper Dergarabedian, quienes debieron dejar su tierra de origen por el genocidio armenio cometido por Turquía.
Un siglo después de esos crímenes contra la humanidad que siguen impunes y sin reconocimiento por parte del país genocida, inicié ese viernes 28 de septiembre de 2018 el viaje hacia esa nación.
La primera integrante de mi familia que fue a Armenia después del genocidio fue mi hija, Agustina, quien vivió en tierras transcaucásicas entre abril de 2018 y febrero de 2019, un viaje sobre el cual te conté en esta nota.
Llegué a Armenia el 29 de septiembre, y a partir de ese día, relaté el viaje en una serie de notas que escribía a la noche después de cada jornada, en un teléfono móvil desde el cual también publicaba el artículo.
Puedes leer esas notas a partir de la siguiente lista:
- La llegada y la primera noche.
- La fe, la historia y la gastronomía.
- Memoria e historia en Ereván junto a Agustina.
- Agustina, historia y cristianismo.
- Monasterios, un choque y un nuevo país.
- Testimonios de guerras y persecuciones.
- Monasterio, fortaleza y tanques en Artsaj.
- Estampas de un día agitado.
- La última cena.
Fueron y son notas escritas y publicadas casi en crudo, con una edición ínfima. Alguna vez las editaré.
Ese «alguna vez» del párrafo anterior refleja la procastinación que también afectó la publicación de otras notas acerca de ese viaje inolvidable, y durante el cual tomé, sólo con una cámara Canon EOS 1300D, una tira de 3745 fotografías.
A esas cifra hay que sumarle decenas de videos con esa cámara y un par de centenares de fotos que tomé con teléfonos móviles.
Para superar esa procastinación adopté hace algunos meses una costumbre: publico en mi perfil en Instagram por lo menos una foto por día de ese viaje por Armenia, en forma cronológica y temática. Algunos días llego a publicar media docena de fotos.
Unas semanas antes de cumplirse el año de este primer viaje (primero, porque no pierdo las esperanzas de realizar un segundo…), Google me dio una mano para superar la procastinación con un nueva herramienta llamada Recuerdos que está en esa excelente aplicación que es Google Fotos.
Abro una disgresión tecnológica porque creo que esta herramienta puede ser de mucha utilidad.
Con sus sistemas de aprendizaje automático, Google detectó un patrón de uso de esta aplicación de almacenamiento de fotos: viajar en el tiempo para recordar instantáneas de uno o varios años atrás.
A partir de ese hallazgo, lanzó esta una nueva función llamada Recuerdos, donde cada día ves en forma paulatina en tus móviles (atención, no está disponible en la versión web) en la parte superior unos círculos muy similares a las «historias» de Instagram.
Al pulsar sobre esos círculos, el sistema te llevará a una selección de fotografías que fueron tomadas ese mismo día pero hace uno o varios años.
Este sistema ha sido refinado por la inteligencia artificial, que mediante el aprendizaje automático, elimina de forma automática fotografías borrosas, duplicadas o incluso capturas de pantalla que no aporten nada en un recuerdo.
Estos recuerdos son privados y en el móvil. Cada usuario puede desear compartirlos con sus parientes o incluso en las redes sociales que elija.
Cierro aquí la disgresión tecnológica y vuelvo al relato del viaje a Armenia.
Gracias a esta herramienta de Recuerdos, comencé hoy a descargar esos recuerdos y a compartirlos a partir de hoy en una serie de notas cronológicas.
Todo viaje tiene un inicio, cargado de expectativas. En este caso, muy especiales porque por primera vez iba a ir a la nación de mis abuelos.
Ese día trabajé desde muy temprano mi casa en la ciudad de Olivos, en el norte del Gran Buenos Aires, y a media mañana, luego de tomar los últimos mates antes de una abstinencia de casi dos semanas, me pasó a buscar mi querido amigo Luis Caviglia, un taxista de absoluta confianza que conozco desde hace casi 40 años.
Fuimos a Ezeiza, el aeropuerto internacional de Buenos Aires, donde tomé un Boeing 777 de Air France, hacia París, donde abordaría al día siguiente un avión de la misma empresa a Ereván, la capital de Armenia.
Los Recuerdos de Google no incluyeron la parejita viajera que me acompañó en ese periplo 😛
Si te gustan los detalles, no cambié en esta nota el nombre de los archivos de las fotografías. Puedes ver en ellos el día y la hora en que fueron tomadas.
El cielo estaba nublado arriba del avión de la empresa francesa.
La típica fotografía de la tarjeta de embarque. Por cuestiones de seguridad personal está algo difusa.
Los preparativos para el embarque en la puerta 20 de Ezeiza.
La pasajera ansiosa. Me gusta llegar con tiempo al aeropuerto (tres horas antes del vuelo, en caso de viajes internacionales) para disfrutarlo con tranquilidad y observar estos episodios.
La fila de pasajeros que se armó aunque aún no se había hecho el llamado a embarcar.
Ya en rodaje hacia la pista de despegue, un avión de Aerolíneas Argentinas.
En pleno despegue, una pista en desuso en Ezeiza, que en noviembre de 2018 fue refaccionada e iluminada para alojar a los aviones de los jefes de Estado que participaron en la reunión del G20 en Buenos Aires.
En vuelo, y antes de cruzar el océano Atlántico, una toma de la ventanilla. Siempre elijo volar al lado de una, para tomar imágenes aéreas.
Mañana continuaré con esta serie de notas, un año después de aquel viaje inolvidable.